Sunday, September 25, 2011

Glosa de una contradicción

En una de las estructuras más incomprendidas e impasibles en ello desde el Racionalismo moderno, la causa de los santos no se basa en la minuciosa moralidad de los elegidos; sino que ajena a eso, se concentra en el heroísmo de la virtud —que suele ser puntual— como el carácter del hombre en cuestión. Es en base a ese carácter que el hombre en cuestión se hace emblemático y ejemplar, un canon en si mismo; al que pueden escudriñar los otros con sus vidas y menores miras, en busca de la estrella que los guíe en su ascensión. Curioso que el cuestionamiento venga del racionalismo ilustrado y positivo, y no del dogmatismo religioso que más curiosamente aún postula el proceso; como si la paradojal existencia humana gustara de mostrar a veces sus cartas, para hacer más humillante susvictorias.




En una carta luego de un incidente alrededor de la revista Espuela de Plata, Virgilio Piñera expone la falibilidad de Lezama Lima; que siempre sera un grande de todas las Españas, pero justo en su contradictoria humanidad, y sabemos que no era generoso como si lo era Virgilio Pinera. Podría servir el episodio, como los de los santos católicos, para explicar nuestros extraños derroteros; que serán más nimios, pero respondiendo siempre al principio mecánico [dialéctico] de que es todo humanidad.




En aquellos tiempos gloriosos en que la extrema individualidad era imposible, Virgilio accedió a la continuidad; el objeto final lo merecía, pero en estos de hoy es más difícil que algún objeto lo merezca, y la virtud ha de reservarse para causas al menos factibles como lo fue aquella. No obstante, como las vidas de los santos, esta leyenda dorada del Origenismo muestra una actualidad alucinante por lo repetitiva; a todos nos abofetea con su realismo implacable, como un jiribilloso ángel que nos susurra en el oído su cruelísimo "Te lo dije". Pero de Dios quedan los juicios, aunque del hombre siempre quede poner la fiabilidad; Virgilio nunca más pudo confiar en Lezama Lima, explicando sus ulteriores defecciones; aunque tampoco le niega la grandeza intelectual, inscribiéndose por si mismo en ese culto maravilloso de la más digna generosidad.

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