Saturday, November 3, 2012

Cuentos Obscenos


[ …] De pronto, el fraile interrumpió su santa meditación, por un destello inoportuno que lo perturbó un poco, como una tentación; «es cierto —recordó—, el Demonio nos tienta cuando más cerca estamos de la santidad, rezaré un rosario para sostenerme». Ya se disponía el buen hombre a repasar los divinos misterios, cuando la ilusión se hizo cierta del todo, y la noble Perugina saltó del piadoso cuadro y se dirigió a él con los ojos fijos en los suyos; peor, iba totalmente desnuda, mostrando su cuerpecillo de nueve años, en el que apenas comenzaban a insinuarse los pechos, tras la roseta de los pezones; sus ropas yacían junto a los otros estáticos personajes de la escena, y su lampiño pubis transparentaba la sangre de sus venas en un rosa subido. «¡Atrás, oh, Satanás! —gritó el santo persignándose—…
[…]
Cuando abrió los ojos, la niña ya se encontraba de vuelta en el cuadro, tan absorta en el milagro como los otros; pero él ya no creía en ninguno, casi que en nadie, y pensaba que en secreto se burlaban de él desde el altar, tan hermosamente pintados todos que parecían vivos; pues el cuadro era tan bello que lo atribuía a la inspiración del Espíritu, que usaba esos extraños mecanismos para inspirar y alimentar la fe.

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