Monday, October 21, 2013

El libro del opio [reseña]

por Chely Lima

Existe un Asia imposible, indeciblemente brutal y delicada, de una sensualidad sabia y lujosa al mismo tiempo, que alienta en lo más elevado de la imaginería occidental.  Es este continente, centrado en la China arcaica y visto a través del ojo alucinado del artista, el que despliega sus mapas y su crónica apócrifa para el lector en El libro del opio, de Carlos A. Díaz Barrios.  Con un lenguaje tan rico que es imprescindible leerlo varias veces, cosa de poder saborear a plenitud las múltiples capas de prosa poética, el poeta le canta a la resina maldita que en su momento tuvo como amantes a Shelley y Byron, Keats y Coleridge.   

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Ocho sueños forman el sueño del opio: El primer sueño es arena de una playa y el segundo la rama de un árbol; el tercero, mariposas volando por la sala de un templo abandonado; el cuarto, un relámpago sobre un mar en calma; el quinto, música de los músicos muertos; el sexto, los antepasados, que vienen a saludarnos más allá de la muerte; el séptimo, el puente que nos lleva a la ciudad de los misterios; y el octavo, la sombra de Dios, que te llevará a saber quién eres…

Es así como, en sucesivas oleadas de música, alusiones culteranas, sentido neto de cada frase, pincelada tras pincelada, la prosa va trenzando con artes de orfebre las hebras que la componen, y el resultado final se parece mucho a un recitativo que se pronunciara entre sueños.  

En la medida en que se acoge a la antiquísima tradición de narrar por medio de imágenes preciosistas, y renueva esa tradición con la gracia de un ritmo propio, a ratos fluyente y a ratos cortado por paradojas sutiles, El Libro del opio se manifiesta de un modo poderosamente visual, y se las arregla para convertirse en una especie de texto-estupefaciente celebrando una sustancia estupefaciente, que a fuerza de referentes acaba por convertirse en lo que debió ser en sus orígenes: un enteógeno capaz de convocar lo que duerme o se agita detrás de la puerta que conduce a las regiones abisales del inconsciente colectivo.  

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