Clímax, de Ulises Regueiro
Teatro Artefactus de Miami acaba de inaugurar una muestra
fotográfica de Ulises Regueiro, que es un poco el hijo de Miami; la muestra
está planificada para todo el mes de agosto, y realmente vale la pena apreciar
el trabajo de este actor devenido en intérprete de la plástica del teatro.
Ulises es un poco el hijo de Miami, porque es aquí donde ha desarrollado esta
faceta, aunque tuviera esporádicos antecedentes en Cuba; su mejor virtud es la
autenticidad, que junto con la personalidad un poco alambicada del artista
local, es una combinación singular.
Es fácil caer en el elogio entusiasmado, sobre todo por la extrema calidad
de la muestra, pero se le hace poco favor; porque de nuevo, su mejor virtud es
la autenticidad, y esta viene de su formación absolutamente espontánea y
autodidacta. Sobresale en la perspectiva local, en que escasean las muestras de
este tipo, desde que Pedro Portal hiciera aquella icónica —y copiada— de
personalidades artísticas del exilio cubano; pero sus composiciones son
simples, sólo apoyadas en la plenitud del plano en close up absoluto y cruel. Es gracias a eso que obtiene una textura
cercana al expresionismo, resuelta además en la plasticidad natural de la pose
teatral; dada por un sujeto en la práctica actoral misma, que le provee las
poses y clichés necesarios en el mismo movimiento natural.
De ahí también la recurrencia del blanco y negro, justificada en esta teatralidad
de su objeto, extendida más allá del teatro mismo; porque Regueiro, como
cronista de la cultura local, registra con su obturador a todo el que acontece
en el mundo del arte. Gracias a su modestia ha logrado escabullirse a las
trampas de la fama local, y del ego de los amigos que lo adoran; pues sin dudas
su mejor instrumento es su propia tribulación ontológica, como el eterno actor
en crisis que es, en medio de su vida como una performance existencial. Regueiro
lleva sólo ocho años de carrera como fotógrafo, pero le aporta toda la
ontología del teatro experimental; de ahí esa intuición que lo lleva a
perseguir el alma del actor en el momento del clímax histriónico, explicando el
origen del título.
Como autodidacta, Regueiro tiene a su favor la actitud obsesiva del actor
contemporáneo y su búsqueda suprema de la esencia con que comunicarse; y eso quiere decir que estudia frenéticamente, lo que no lo hace menos sino mejor
autodidacta. También ha podido contar con el consejo oportuno de buenos fotógrafos,
como Iván Cañas y Mario García Joya; que son legendarios en sí mismos, y han
tenido a bien dejarse seducir por esta dulce candidez del más encantador y
humilde de sus camaradas. Regueiro tiene en planes una segunda exposición, más
amplia, con la que quizás se expanda al muestrario que posee sobre artistas
locales; y que a diferencia de otras muestras de ese tipo, no repite el canon de
Pedro Portal, sino que recrea sus sujetos en el otro hieratismo de sus
prácticas mismas.
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