Tuesday, January 15, 2019

Nymphomaniac


En La conjura de los necios, Ignatius J. Reilly afirmaba que los problemas se debían a la incomprensión de la teología y las matemáticas; lo que formaba parte de su carácter esperpéntico, pero era la postulación de la estética como explicación del mundo. Lars Von Trier es como Ignatius, un personaje esperpéntico, aunque en un sentido trágico de ese existencialismo trascendentalista; y Nymphomaniac sería su mejor tesis en esa dirección, con poder incluso para resumir con un discurso lógico su compresión tan abstrusa del mundo. Por supuesto, es Von Trier, el creador de Dogma 95, que es exactamente lo que se cumple en esta película; aunque ya planteado en la intuición de Dogville, con esa teatralidad que va siendo su signo peculiar.

Es curioso que de todo su cine, sea únicamente en este que se cumpla por completo el propósito de Dogma; de modo que todo lo anterior haya sido una simple progresión, conduciéndolo hasta esta apoteosis triunfal. Por supuesto, hay que tener este interés esteticista incluso para sólo consumir este filme; que es masivo y aplastante, elefantiásico, como todo su cine, que es así un cine de ensayo y no exactamente comercial. No hay que llamarse a error, todo producto —y todo cine lo es— es comercial, pero respondiendo a nichos especializados; algunos de los cuales, como este al que se dirige Von Trier, caen en el oxímoron por su extrema especialidad. Es debido a ese elitismo que su cine resulta controversial y difícil, sobre todo este filme; que con la polémica banal de su sexo explícito —y si se usaron o no prótesis y dobles— obvia esta peculiaridad suya.

Nymphomaniac es así el planteamiento del sexo como estética, en ese mismo sentido en que Ignatius postulaba a la teología y las matemáticas; lo que es un modo especialmente torcido de comprender al mundo, pero en esa misma proyección que él plantea en algún momento acerca del catolicismo. La metáfora es alucinante de tan eficiente y bella (teologal) en su exactitud matemática, para quien la pueda ver; con esa misma clave aludida, en que el cristiano progresa de la teología ortodoxa a la católica en su espiritualidad. Puede resultar así también ofensiva, de tanto elitismo que no se limita a la abstracción sino que también es heteronormativa y occidental (cristiana); con un final pasmoso pero igual de exacto y eficiente de tan desagradable, inesperado y moralmente decepcionante.

Aparte de la película misma como totalidad, podría separarse el guion que la sostiene, pero sería injusto con las actuaciones; desgraciadamente opacadas por la polémica acerca de lo explícito de las escenas sexuales. No obstante, debe quedar claro que este filme consiste en la concatenación de estas escenas; por lo que no habría podido hacerse con las mojigaterías contra las que protesta, no menos explícitamente por cierto. La protagonista lo dice, en la catarsis en que transparenta a su director, afirmando que no es adicta al sexo sino ninfomaníaca; una reivindicación propia como la que perdió a Lilit, aunque sólo sea según la parte judía —y más oscura— del espiritualismo cristiano.

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