Esto es un esfuerzo por comprender la
historia en sus funciones propias, tratándose entonces de un término genérico;
y se diferencia de la (función) matemática, en el sentido infinitesimal de
esta, ya que su carácter es más bien intuitivo. No obstante, sí se trata de un
acercamiento matemático, siquiera en su base lógica y hasta hermenéutica;
trabajando sobre las cantidades desarrolladas en cada fenómeno histórico, dados
estos como una ecuación.
Eso no es una analogía de funciones
matemáticas, sino que responde a esa naturaleza como propia de lo real; en
tanto sus fenómenos son dados en determinadas cantidades, relacionadas entre sí
de determinada manera. Esto ofrecería un resultado específico, cuyo valor
excepcional (único) no impide que sea obtenido de otras maneras; siempre que esta
otra manera responda a principios de valor universal, casi incluso que físicos,
en la lógica.
Esta naturaleza provendría del concepto
mismo de dialéctica, admitiendo esta representación como propia; y por la cual,
cada uno de los fenómenos que componen la historia es un factor, relacionado
funcionalmente con los otros factores, dando lo histórico como conjunto. Por
supuesto, la función aquí es necesariamente polinómica, y el grado sería
variable en dependencia del resultado que se busque; que no sería único nunca,
sino la posición del fenómeno en el momento en que ocurre, ubicado en el esquema
cartesiano.
Hay una razón para esta preferencia por el
instrumento, y es que —aparte de su método— este sería su mejor aporte; en el
sentido de plantear una racionalización perfecta e irreductible, capaz de
representar algo tan extraño como el irracional trascendente. Dado como
principio, en algún momento esto enfrentará dificultades y paradojas, como el
salto geométrico; que partiendo de una lógica euclidiana la sobrepase en una
función Lobatchewski, para llegar a una lógica no euclidiana, como a una mejor
perspectiva de lo real.
Eso no tiene la absurda utilidad de
predecir los fenómenos históricos, cuyas variables son innúmeras e
impredecibles; pero sí posibilitaría un marco hermenéutico relativamente
objetivo y racional —sin los vicios de la moral— para comprender mejor la
naturaleza humana. Después de todo, la historia es un fenómeno cultural, dado
en la percepción del tiempo y su organización por el hombre; de modo que no
puede sobrepasar la naturaleza humana que es la cultura, como esta tampoco
puede sobrepasar su humanidad.
La historia es así una propiedad de lo
humano, que por tanto ha de ser comprensible en todas sus funciones; no sólo en
esa ficción política de los mitos fundacionales, sino en el sentido profundamente
existencial de lo humano. Obviamente, distinto de la historia, la matemática
tendría un valor —siquiera relativamente— universal y no cultural; pero en
términos también relativos, la cultura es al hombre lo que el universo a la
realidad, y en esa proporción puede trabajarse.
Hay también una razón para el desarrollo
del Idealismo moderno, que lo explica en esta propiedad de lo humano; pero que
así mismo explica su decadencia, también funcional, con una adecuación de sus
postulados a la consistencia propia de lo real. De eso es de lo que trata la
función dialéctica, como un acercamiento a las constantes que gobiernan lo
histórico; no ya como axiomas sino definiciones y teoremas —de los que se
podrían extraer axiomas—, que ayuden a comprender el complejo campo de lo
humano.
No se trata por tanto de revitalizar el
ánimo seudo religioso de Pitágoras, postulando que el número es todo; esa
intuición es comprensible en él, pero no en un Occidente que sobrepasó los
siglos XVII y XVIII. No obstante, sí se trata de que todo es expresable en
números, lo que es ya una primera adecuación; abriendo el campo de las
cantidades (Quantum) a una legitimidad filosófica, al margen de los tufos
doctrinales de toda tradición religiosa.
Seja o primeiro a comentar
Post a Comment