Saturday, May 28, 2022

Misterios del canon cubano

Descarga gratis Google drive

Algún día se sabrá que la historia de las literaturas consiste en forcejeos políticos con consecuencias estéticas, no a la inversa; entonces se nos revelará el oscuro chantaje por el que Lezama preferiría la animadversión de Piñera a la de Vitier, todavía incomprensible. A diferencia del seco institucionalismo de Vitier, a Lezama lo distinguía la creatividad, y eso debía acercarlo a Piñera; quien era un poco excesivo, pero ofrecía la libertad negada por la beatería tradicional del otro, en esa misma creatividad.

No hay más que ver la vulgar celaduría de un canon como Lo cubano en la poesía, para tentar la distancia; quizás el misterio resida en el miedo a eso mismo cubano, que late prepotente en la sexualidad y el exceso, no la contención. Cualquier cosa en este sentido es aventurado, lo único que se sabe es el retroceso apresurado del maestro; que se mantiene estoico, con su boca cerrada, ante la arremetida constante con que —como nosotros— lo cuestiona al otro.

Ver en Kindle

Recordemos que, frente a ese canon reductivo de lo cubano en la poesía, reluce la obertura de la expresión americana; como San Agustín, Vitier cierra la patrística y establece el dogma martiano, el otro es catequista y lo ofrece en un curso délfico. Vitier es la ilustración española, mirando con innecesaria envidia a Francia, el otro es un simbolista que viene de Alemania; al fin y al cabo, es desde esa libertad que taumatúrgico rebasa los límites de la comunión, e invade los predios de los otros, los opuestos de Hesse.

No hay que olvidarlo, como el de Aquino —el otro es el de Hipona— el maestro recibe una revelación taumatúrgica; la de San Agustín hablaba de su imposibilidad, en su atenerse a la medida y lo necesario, y es por eso que resulta canónica; la de Santo Tomás es sobre su posibilidad, y es por eso que resulta herética, en su expansión continua. En su origen sin embargo, la herejía describía la libertad de pensamiento, no la salvaguarda conventual del dogma ni el error imposible; y es gracias a eso que Lezama recibe su revelación, como un rito no iniciático sino terminal, que lo expulsa de la regla, inamovible y dogmática.

Descarga gratis Google drive

Hay una imagen tan repetida en la profusa imaginería lezamiana, que revela en ello su carácter de revelación; salta de artículos a ensayos, y se insinúa constante, como la saeta de la imagen histórica, de un hombre a otro agazapado. Contrasta como una perplejidad las certezas contrapuestas de Pascal y Aristóteles, que son las de Parménides y Heráclito y en ello de principio; sabe que no se contradicen sino que se complementan, algo que puede aportar a los filósofos, y puede explicar la presión con que se aparta del exceso libérrimo del hereje.

El aporte es menor en sus dimensiones, pero mayúsculo en sus alcances, llega a donde nadie puede siquiera imaginar; puede hacerlo porque sólo narra su propia perplejidad, no transmite una tradición ni es una enseñanza, sino un estado. Claro, la tradición es esa del deslumbramiento, y explica la revelación como estado, que es del conocimiento trascendente; no es que sea poético sino que es conocimiento cierto en sus descubrimientos, como principio —en lo analógico— en vez de racionalización y memoria. 

Ver en Kindle
Así visto, hasta Piñera es sólo otro funcionarillo, tan débil que cae en desgracia ante el poder convencional; la grandeza de Piñera no alcanza a revitalizar la vanguardia en su tránsito a la convención, apenas la mantiene. Quizás fuera esa pequeñez todavía invisible —no para la perplejidad cognoscente— lo que hiciera al mago preferir la prepotencia; no porque el poder fuera creativo sino que ya era poder, mientras esa creatividad tenía aún que pelear su puesto y probar su consistencia.

Después de todo, la falta de lealtad que Piñera reclama a Lezama es moral, y es por tanto otra convención; Piñera descubriría así su carácter también convencional, y patético en ese convencionalismo sin poder. No es que la prepotencia del poder fuera atractiva, sino que pelearlo es tan desgastante como incomprensible; si se va sobre un burro, se sabe que lo propio es una pradera oscurecida por su trascendencia, no brillosa y deslumbrante como el surrealismo.


Seja o primeiro a comentar

  ©Template by Dicas Blogger.

TOPO