Introducción a la función dialéctica
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El problema aquí, como de realistas y antirrealistas, parece obviar que el
antirrealismo se origina en el idealismo; es decir, en la naturaleza abstracta
y formal de los conceptos y su falta o no de consistencia propia. Así, se suele
pensar que los físicos se niegan a aceptar una naturaleza metafísica, que
podría comprender el comportamiento de las partículas; pero se obvia que la
metafísica es un concepto, carente por tanto de consistencia propia, aludiendo
a fenómenos ajenos a la física.
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Los fenómenos metafísicos funcionarían así como el orden de los números
reales en matemáticas, dada su naturaleza formal; en el sentido de que
representan como negativos problemas de valor extrapositivo, como condicionantes
de la naturaleza positiva de los fenómenos. Los físicos no rechazarían por tanto
una condición metafísica respecto al problema de las partículas, sino su
interpretación habitual; porque estos problemas sólo estarían relativa pero no
absolutamente sobrepuestos a la física, en tanto propios de ella.
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En este sentido, la literatura y el arte en general no hacen sino proveer
ese instrumental lógico de la metafísica; sin las limitaciones además de una
organización religiosa, que puede proveer un valor referencial pero no
determinante. Eso es lo que explica el auge incluso económico del arte moderno,
cuando el racionalismo prácticamente proscribiera el pensamiento religioso; y
cuya efectividad habría estado en proveer al individuo ese arsenal para su
libre arbitrio, con el que resolver esos problemas en una función existencial.
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Sólo Aristóteles se sobrepuso a eso —que es un problema hermenéutico—,
justo porque no enfrentaba la tradición; sino que sólo proponía un ajuste
crítico directo a las teorías de Platón, acercándolo a la naturaleza de lo
real, no del concepto. Sin embargo, la otra determinación del estudio de la
filosofía y las ciencias, está en el distanciamiento elitista; no como un
problema moral sino práctico, en tanto sus especialistas no lidian nunca con la
minuciosa realidad, sino sólo con su teoría.
Nótese cómo los grandes filósofos son también grandes matemáticos, lidiando
siempre con el cálculo infinitesimal; que es irreal, porque ninguna naturaleza
se resuelve en esa forma minuciosa, sino en los aproximados de la masa crítica.
Aristóteles en cambio, era primero que todo un gramático, que es la base de
donde extrae la lógica y le da su organización final; como prueba, los números
más perfectos entre todos, que relucen en su excepcionalidad, son los trascendentales;
que proviniendo —como el romanticismo— de comportamiento irracional, son los
que otorgan sentido último a esa gran masa de lo real.
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