Monday, May 30, 2022

Digresiones del modernismo y el naturalismo inglés

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El modernismo mostró la madurez de una tradición literaria ya americana, pero a una España desfasada de Europa; algo que comenzaría por la conversión distinta de los godos al arrianismo y catolicismo, pero reforzada por el muro alto de los pirineos. Por eso, aunque no como causal, el progreso del modernismo europeo no respondía a problemas españoles; que eran distintos de los europeos, por más que envolvieran también el romanticismo y la ilustración.

No sólo los pirineos imponían otra dinámica, el canal de la mancha era también un muro muy alto; y tras este, lejos incluso de los excesos franceses de tras los pirineos, el romanticismo se aquietaba. Este aquietamiento era sin dudas otro modernismo, aunque no nacido de los tormentos románticos; sino que surgido directamente del naturalismo que diera base a ese romanticismo, tenía otra materia.

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Hay que tener en cuenta que en su evolución los estilos favorecen unas formas sobre otras, y ofrecen especialidades; como fuerzas enemigas que negocian áreas de influencia, más o menos como ocurriera políticamente en Yalta. El Manierismo se dio en la pintura, como el naturalismo inglés, y el Barroco sobre todo en la arquitectura; pero el neoclasicismo avanzó sus fuerzas en la literatura del Barroco, y no dio chance literario a la torcedura rocambolesca del rococó.

Así, la narrativa inglesa puede haber funcionado como la distención de sus tensiones románticas; que escapaban de este modo al dramatismo intenso de la Germanía y sus contradicciones civiles. En cualquier caso, el aquietamiento inglés de la narrativa avanzaría los objetivos del postmodernismo americano; cuando la poesía femenina esquiva la retórica masculina y se hace realista en sus propósitos, con la urgencia sexual como ficción objetiva.

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En la Inglaterra victoriana, donde el clima es otro, ya estaba incluso el precedente de Jane Austen; que es la gema más preciosa de su corona, pero no la única, como cimiento de toda una tradición. Sir Walter Scott reina en el drama histórico, como los modernistas americanos en el heroísmo y el carácter nacional; junto a Austen, Susan Ferrier, Frances Burney y otras aportan una perspectiva femenina a la reflexión existencial que resuelve la literatura.

En ese medio surgen las hermanas Brontë, culminando una tradición que era madura desde el nacimiento; pero dando forma a algo que, aunque retiene la compulsión romántica del momento, no es propiamente romántico. La literatura de las Brontë posee un orden y sentido tan fuertes, que se plantearía como naturalista antes que romántica; no importa que mantenga el caudal, porque de eso es de lo que se trata una eficacia realista, no en la pretensión histórica sino en el encausamiento de ese caudal.

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En este naturalismo, los temas son románticos, como el caudal de que en definitiva se trata como la vida; pero es en el tratamiento en lo que se distingue, en esa superación constante de la contradicción antes que en la fatalidad con que esta se imponga. Esa es la diferencia y no es poca, porque ese tremendismo de los alemanes surge del exceso de los franceses; cuyo realismo es otra pretensión, imposible de alcanzar en la ineficiencia del drama histórico al que se sujeta.

Esto es importante, pues ese es el momento culminante de la estructura social en sus protocolos funcionales; cuyos excesos provocarán la rebelión de género en el siglo XX, pero como un proceso comenzado en la apoteosis del XVIII. Esas mujeres, como las modernistas americanas, se rebelarán a la marcialidad masculina y hablarán del mundo real; que se diferencia del de esa marcialidad por el reconocimiento del carácter compulsivo de los actos humanos, en la urgencia sexual.

Ese sería el aporte de los románticos alemanes, con su salvajismo aparente, que en verdad era amanerado; porque los alemanes se enfrentaban al no menos aparente pragmatismo de los realistas franceses, con su interés neoclásico en lo histórico. Ese no era el caso en Inglaterra ni en España, donde el romanticismo tuvo otros derroteros y hasta decadencia; pero como un conflicto que sólo aflorará con cierta demora en las Américas, y eso en las hispánicas; porque responde a ese desfase extraño, que introdujo la alucinación de un monje ante las pretensiones políticas del catolicismo.

 

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