Ángela de Mela
Para la gracia de las afinidades y de sus honduras, el
acontecimiento de la mera apariencia de las cosas resulta inútil, baldío el
campo que no secuestre la sutil esencia que hace y detiene ante nosotros, y de
la poesía, su vivo esplendor.
Entonces existir para ella y con ella, es ir a ese más
allá donde para guardar el muestrario de mundo que nos compete; hemos de
colocarnos en el centro de su piel y en ese curso del tiempo para sí, desde
cuya emoción sumamos ese muy poco común estro; pues no es lo fácil o la
convención de gustos a la usanza de esta u otra corriente lo que se busca aquí,
sino lo sostenido por aquel crisol personalísimo, que alcanza diferente cenit,
distinto y distintivo, tal vez, sin proponérselo. Este es el camino escogido
por Marian Hernández, camino que nos demuestra hasta qué punto hoy, la poesía
escrita por mujeres, es robusta y singular.
Confieso renovada mi fe en la fortuna de la poesía
actual, gracias a la lectura de Todo lo guardo en los ojos, el más
reciente poemario de esta autora. El suceso, el viaje de introspección que sus
páginas propone, es despertar, difuso aún el fin, para el deslumbramiento de lo
que antes de ser se era; y que ha contado con lo propio, con la sustancia y la
verdad que ha de sumar una auténtica lírica.
La mejor canción entonces, la hondura del mar, su
olor, su vastedad, lo que avistamos, porque es horizonte de mil lenguas lo
ignoto. A esta región sumergida que despierta cuasi alada, pertenece este
libro, le constituye su estallido de bruma, que no espera el agrado persé, la
aprobación de algo o de alguien, porque ello, resultaría añadidura a su
primordial existencia.
La observación honrada es su alimento mejor, su Dorado
vastísimo, dispuesto , para que el ojo premioso, llegue, solitaria la mirada, a
penetrar con delicadeza, pero también con acerada voluntad, el insondable
pálpito. No cabría asir de otro modo, esta ínsula diferente y de difícil
sencillez.
"La rosa de entrepáginas era soledad/ le hubiera
gustado tapizar las paredes" dice Marian; observemos el traslado de
significados de un verso a otro, la sugerencia; utilizadas las variables del
signo remático, en este caso rosa y soledad como opuestos que se alcanzan
compatibles en ese, "le hubiera gustado”.
Asombra la manera de expresarlo, la visión que
descubrimos
"subo a un tren que me lleva al amanecer y allí/
me quedo quieta e inmensa", de inmediato suponemos que se trata del sueño,
pero de cuál, podríamos preguntar. Estupenda manera de alistar la imaginación
dejando senderos abiertos, derroteros que haremos nuestros, en cuyo caso será
invitación a aquello que Marian guarda en sus ojos.
Resonancia en estos versos magníficos:
"Miniaturas suaves como violetas/ en esta página
de cuna"
Lo no nacido cuenta para nacer con nuestra lectura,
pero he aquí que nos lo dice esquivando el lugar común, sorprendiendo con
dulzura, sin brusquedades , como es de esperar a todo nacimiento afortunado.
La inmensidad ella la quiere íntima y, cuando afirma
sobre la inmensidad del océano, agrega " exigo ese todo cubierto de
intimidad"
Marian Hernández es una poeta de excelencias raras,
virtuosa en la parquedad y en el modo de "derribar indicios"; una
manera propia de someter el verso a la observación constante, meticulosa
también —por qué no— articulada en recursos lingüísticos, los justos y
apropiados a su discurso, los que me han hecho recordar más de una vez, las
voces de otras grandes poetas como Emily Dickinson, Elizabeth Barrett, o
Alejandra Pizarnik.
De esta última parece deudora y más, cuando apunta:
"No se te ocurra llorar; sé integra, no lo
olvides"
Hay una oblicuidad análoga al mensaje que se define y
se defiende por su naturaleza.
" Compro pan, entro en casa/ y soy dueña de mi
duda"
Ese ser de su duda nos pone ante el natural destino
que todo poeta verdadero ha de llevar grabado en la frente como estrella de
luz, cómo no dudar de todo, hasta encontrar la belleza, infusa aún en nuestro
ser, guardada en nuestra mirada.
Y si no es, tanto mejor porque se pregunta ella
"qué demonios tengo que ver con esto"
Para después agregar sin más, que es,
"dueña de sus asombros"
Solo que, en este caso, querida Marian, creo saber que
te equivocas, tus asombros son ya los nuestros por el espléndido libro que nos
regalas, dentro de tus ojos, y más allá de lo que en ellos guardas, para
vernos.
17 de mayo de 2022