Sunday, October 23, 2022

P Valley, la leyenda de Chucalissa

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Con un nombre que disfraza en el apócope su grosería, P’valley es una mirada a la cruda realidad del negro; resumiendo toda la negritud de Estados Unidos en un pueblo real, que sin embargo tiene la textura de Macondo y Yoknapatawpha. No hay que equivocarse, no hay ficción más compleja y profunda que la realidad, ni realidad más compleja que la ficción; porque vivir es ese entramado de interpretaciones con que lo humano se relaciona con lo real, abriendo su propio sendero.

De ese modo, en toda la violencia y vulgaridad de este drama, se ofrece la tranquila armonía del universo; que siendo negro no puede disfrazar sus contradicciones, dada la precariedad en que debe realizarse. Ese es el valor de esta serie, que muchos pueden reducir al discurso de vindicación política, pero que sobrepasa esa función; ofreciendo cómo se entrecruzan los genes del próximo desarrollo de la cultura, ante los ojos estúpidos de quien no lo puede ver.

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Quienes se asombren ante el despropósito, deben recordar que todo lo que será ya ha ocurrido, y a la inversa; desde las uñas acrílicas, que semejan los uñeros de las matronas chinas, a las pelucas chillonas como las de las egipcias. En medio de todo eso, los tubos en que bailan las estrípers muestran al mundo la violenta belleza de esa ida; que aún si todavía gestándose, ya muestra su increíble capacidad para imponerse a toda dificultad.

La serie sin dudas no es mezquina en su apropiación de clichés y fórmulas dramáticas, pero las mezcla bien; y ofrece un coctel que va directo a las entrañas, con su efecto alucinógeno, entre la repulsa y la fascinación. Hay referencias directas, como la del negro que quería ser presidente y al que identifican por el nombre; pero que lejos de ser tan generosas como parecen, se atreven a la hondura que arrastra a los hombres al burdel de la política.

El protagónico es amorfo en su sexualidad, sin comprometerse con ninguno de los actuales dilemas de géneros; con un tipo de no binario original, que no se preocupa sino que juega con los pronombres, en su potestad. Todo allí es pintoresco y friki, pero P’valley no ofrece nunca un discurso claro, porque esta serie es socarrona; no porque critique algo, sino porque se distancia de todo, en un casi cinismo que garantiza su objetiva honestidad.

Quien quiera conocer la verdadera cultura del negro norteamericano debería ver esta serie, pero sin prejuicios; porque de acercarse a esta rotura queer con ojos prejuiciados le harían ignorar la riqueza de su propia realidad. P’valley es sobre todo humanidad, reflejada desde el charco fangoso que dejan las lluvias de nuestras propias vidas; es en eso en lo que reside su negritud, no en una cuestión de identidad sino existencialista, y es profunda y dramática en ello.

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