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Jorge Olivera Castillo |
Como un primer evento de su tipo, no hay dudas
de que este fue un éxito, marcando pautas para otras convocatorias; pero sobre
todo señalando sobre su organización, que quizás deba ser comisionada a
personas ajenas al Centro. El Centro Cultural Cubano de Nueva York es una
institución importante, con objetos más allá del problema racial cubano; por
eso sería más efectivo que delegara la organización de estos eventos, a
personas con suficiente ascendiente y recursos para ello; incluso si eso
significa la promoción de personas específicas, tanto dentro como fuera de la
organización.
Fuera de esta dificultad, el evento fue
efectivo al establecer el estado de esta situación en nuestra cultura; lo que
no es poco, si la misma se encuentra disgregada y en crisis por el daño de su
trauma político. Entre las ponencias, no faltó la intervención catedrática y presuntuosa que
irrespetó el ambiente de discusión abierta; pero tampoco los que apuntaron a
problemas puntuales y críticos, que pueden marcar un cambio de curso en la
cultura.
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Berta Mexidor |
Entre los temas desarrollados, estuvo la
ambigüedad jurídica sobre la cuestión racial y su aplicación práctica; también
la inefectividad de los debates, en tanto reducidos al diálogo entre élites
políticas y académicas. Curiosamente, al tiempo que se recordaba el llamado
miedo al negro, se temía la formación en torno a divisiones raciales;
recordando la misma crisis que diera lugar a la Masacre de 1912, por la
incomprensión (prejuiciada) de este tipo de formaciones.
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Ramón Colás |
En otro desarrollo, se vinculó el problema racial
al deterioro socio político, con llamados a una mayor religiosidad; dejando
fuera la función de religiosidades legítimas y con fuerte ascendiente racial,
en favor del cristianismo católico. Aunque contradictorio, la pertinencia de este
mismo enunciado revela las dificultades de problema para futuros desarrollos;
pues queda claro que este tipo de visión —tan habitual como la manipulación
política— nunca se revierte en resultados concretos.
El problema, sin dudas —y queda para el
desarrollo— puede residir en esa persistencia del ascendiente moral; que como
parte del auge humanista moderno, desde el siglo XVII, sería lo que precipita a
Occidente a su decadencia. Contra esta, la revitalización brindaría los
instrumentos con que corregir los excesos, en su naturaleza hermenéutica; y
esta podría correr por cuenta del arte negro, justo en la marginalidad con que
se sobrepone a estas mismas convenciones.
|
Enrique Patterson |
Eso, sin embargo, es un trabajo que excede los
marcos de este tipo de evento, por su naturaleza especializada; y que correría
por cuenta de los mismos negros, como interesados en la solución definitiva de
un problema propio. Queda por reconocer estos esfuerzos, cuya eficiencia residiría
justo en su casi quirúrgica excepcionalidad; pero también queda insistir en la
manera de organizar estos eventos, de modo que trasciendan su radio de
influencia, penetrando todo el exilio cubano como un estrato.
Discutir los problemas cubanos es importante, y
eso fue lo que hizo el Centro Cultural Cubano de Nueva York; también queda
del resto aprovechar esa ventana, abierta para airear el enrarecido aire de la
casa común que es la cultura. Eso, sin embargo, es trabajo para los hombros hercúleos
de los negros como los mayores interesados; pues ha quedado claro también que los
problemas son de quien los tiene, y les toca a ellos resolverlos con
iniciativas suficientes.
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