Passing
Passing habla de dos amigas negras, que se
reencuentran en una Nueva York sujeta por las leyes de segregación; y una de
las cuales pasa por blanca, en uno de los dramas existenciales más recurrentes
de la cultura norteamericana. Eso puede resultar un poco artificioso para otras
culturas fuera de la norteamericana, más laxas en su racismo; pues en verdad,
el racismo norteamericano es virulento y reforzado por el rigorismo político,
en una mezcla extraña y explosiva; que une la simplificación racional a la
ferocidad de una clase depauperada, como la temprana migración irlandesa, en
competencia con los negros emancipados.
La película no resuelve ese
contexto, desbalanceando su dramaturgia, recreándose en su suprematismo moral; aunque
sí consigue romper el estereotipo del negro indigente, con una burguesía
relativamente próspera y snob. La novela original desarrolla el impacto existencial
de la contradicción, cuando la persona miente sobre sí misma; pero la película
falla en resolver eso, con una simple superposición indiscriminada de elementos
no directamente relacionados entre sí.
Ejemplo de esto, la reticencia de
la protagonista a enfrentar familiarmente el dilema en su dimensión política;
tratándose como se trata de una activista social, envuelta en una organización
que recuerda a la NAACP. Puede que el objeto sea una crítica al snobismo y las
limitaciones de la burguesía liberal negra, por su falta de compromiso; que no
sólo no volcó sus recursos —tampoco es que tuviera muchos— en su propia
comunidad, concentrada en su propio elitismo.
Ver reseña |
El filme sí descuella en la
deslumbrante fotografía, sacando lo mejor del blanco y negro, y la recreación
epocal; aunque eso redunde en la mayor lentitud de una dramaturgia mal
resuelta, que da la sensación de vacuidad. Ese puede ser el problema de la
excesiva estetización del drama, cuya violencia original no requiere poética; como
un falso estilismo del cine negro, que se resuelve en su propia inconsistencia
existencial, tratando pasar por (blanco) intelectual. Es el mismo exceso que
adensa innecesariamente experimentos interesantes, como el de Hijas del polvo (1991);
y que en ello ponen en duda esa consistencia que reclaman, en el desdén por sus
propios elementos dramáticos; que no son intelectuales sino existenciales, reproduciendo
la contradicción que afecta al intelectualismo norteamericano, en su artificiosidad.
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