Sunday, November 19, 2023

Réquiem por Natalia Bolívar

Es difícil postular el purismo, si se es negro y proveniente a la vez del catolicismo reaccionario, siquiera por curiosidad; pero la muerte de Natalia Bolívar, tan lamentable como toda muerte en tanto humana, brinda un alivio peculiar. En este caso se trata de que las cosas no ocurren sobre el vacío, sino en un entorno histórico que las determina; y en ese sentido, Bolívar era la última de una casta racial blanca, que monopolizaba el esplendor de lo negro en Cuba.

Ese es un problema grave, más allá de rencillas pequeñas y determinadas por el egoísmo y la banalidad política; porque ella era la última expresión de ese esnobismo intelectual, que terminaría sistematizando el racismo. Eso es lo que ocurre, con la canalización de ese racismo en el liderazgo por los blancos de los estudios sobre los negros; que no permitiendo el desarrollo de una comprensión negra de lo negro, lo mantienen en control de la cosmología blanca.

Quien no pueda entender la sutil torcedura del racismo cubano, no puede comprender sus extrañas paradojas; como en este caso, en que una promoción interesada y gradual, lo dirige por los causes de su perversión política. En este sentido, Bolívar es una figura menor de la pléyade de la burguesía blanca, coronada por Lidia Cabrera y Fernando Ortiz; pero cuya degeneración última corre por la cuenta de Alejo Carpentier, con su esnobismo folclórico y populista.

En tanto menor, el caso de la Bolívar es también el peor, porque ni siquiera da el espacio a desarrollos futuros; desde los que retraer la cosmovisión existencial de lo cubano, como todavía es posible en los clásicos que la antecedieron. En su caso, en cambio, el poder desplegado era institucional y no cultural, incorporando la naturaleza represiva del gobierno; no importa si eventualmente al margen del mismo, porque la confluencia es de intereses, en tanto es cosmológica y cultural.

Con la muerte de Natalia Bolívar, las figuras negras podrán por fin emerger por sí mismas, en su propia importancia; no en un reconocimiento, que siendo ajeno los mantiene funcionalmente subordinados, en el mismo juego de la esclavitud. Eso es lo que alimenta el nuevo tráfico negrero del academicismo norteamericano, alimentándose de nuestra precariedad; en un modelo que alimenta en la sublimidad moral la deuda estudiantil en estados Unidos, por el falso reivindicacionismo.

La participación en esta forma de tráfico negrero es comprensible, por su naturaleza económica, como el original; la distinción retórica, esquivando la importancia existencial del individuo, es hipócrita, y doble al afectar a los negros; porque contrario a todo otro estamento de la sociedad, estos carecen de una red que pueda absorber su traumatismo. Eso es lo que hizo tan perverso el brillo de la Bolívar entre los estudios afrocubanos, sobre todo de los últimos epígonos; entre los que Bolívar era amauta de amautas, pero por el cinismo con que mantuvo el cepo en el cuello de sus negros.


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