El Capitalismo como estafa
La economía moderna es industrial, por el
mercantilismo en que decae el medioevo con el renacimiento del mercado; pero
como una realidad más compleja que las meras relaciones de producción, al darse
sobre una estructura política. Esta complejidad se debería entonces a que no se
trata de un nacimiento puro, dado en esas relaciones de producción; sino de la
transformación de una estructura política ya dada, que cambia sus
determinaciones internas.
Eso no es extraño, todos responden de algún
modo conceptualismo idealista, que es el que desconoce la relatividad; así que
se fabrican las teorías como los dogmas del catolicismo, con la única
diferencia de que se dicen científicos. Por eso, los teóricos del capitalismo
responderán a la misma dinámica teoricista, si es al Marxismo que responden; y todos
—incluidos los marxistas— respondiendo a la preocupación de los utopistas, que
era también teórica, y ninguna de ellos a la realidad.
En efecto, lo que arrasó con la llamada área
socialista no habría sido su ineficiencia económica, que era notable; pero que
se debía a su carácter corporativo, en su organización como el capitalismo de
estado del leninismo. Es decir, tal y como el capitalismo que le sucediera,
ahora en la teoría neoliberal, con el funcionariado en clase ejecutiva; que
como en el socialismo es intercambiable con la política, porque su especialidad
es administrativa y no productiva; no importa la apariencia de capital privado
d elas corporaciones, que en tanto públicas son igual de reguladas.
Lo que implosionó a la economía socialista,
habría sido entonces la carrera armamentista, tan artificial como ella; y que
alimentada por el presupuesto militar —no el mercado—, terminaría inflando la
deuda pública, no la privada. En otra perversión, el índice de libertad
económica sitúa a Estados Unidos en el veinteavo puesto; asombrando no ya que
no esté en el primero, siendo como es el supuesto motor del capitalismo
postmoderno; sino la otra estadística, que reduce a cinco años el promedio de
vida de las medianas y pequeñas empresas; adjudicando el fracaso a su
desorganización económica —como en el socialismo—, y no al lastre de su hiper
regulación.
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