La tensión tricotómica se daría en la revolución china, al determinarse como suceso cultural en tanto histórico; condensando en la rebelión de los turbantes amarillos, el cosmos disperso que se ha adensado desde la crisis de Qin. Recuérdese que la caída de Qin se daría en el levantamiento del margen, alimentado por los residuos de su política; que de tan restrictiva, empuja hacia una potencia disfuncional a su fuerza productiva, que confluye en Han.
La dinastía Han se forma así con ese residuo, pero su propia corrupción progresiva la lleva a las mismas constricciones; de modo que genera los mismos residuos, aunque también la capacidad de contenerlos, sofocando sus rebeliones. El problema es que ya esto queda como una dinámica de desarrollo, por la que esos residuos se acumulan en el margen; hasta que a la altura misma de Han, en su imperio medio, ya tiene densidad suficiente para la autorreferencia.
Es ahí que sucede la rebelión de los turbantes amarillos, como primera condensación del arquetipo en su potencia; que atravesando las contradicciones históricas de la sucesión dinástica, forma esa teleología del misticismo Maitreya. Ya esto es un arquetipo completo, con poder en principio referencial, pero finalmente determinante sobre la realidad; que es lo que alimenta al comunismo chino, en su vocación incluso de campesinado en vez de proletariado.
La contradicción del comunismo chino con el ruso, no gira sólo en torno a la devoción estalinista que la dispara; sino que es una cuestión cosmológica, como la razón misma que hizo incomprensible a Stalin entre los rusos. Lo que no se percibe aquí, es que Stalin respondía al trascendentalismo ruso, que difiere en todo del occidental; porque proviene de la transferencia mongola, en la invasión paralela del Rus y la China Song, ajenos a Occidente.
El trascendentalismo occidental es funcionalmente el mismo que el de Oriente, pero se realiza en otros modos; dificultado en la potencia constante del individuo en el comercio, tiene que esperar a la pretensión cristiana de universalidad. De esa pretensión cristiana de universalidad viene el trascendentalismo de Occidente, concretado en Alemania; respondiendo así a las dificultades occidentales, en esa recurrencia individualista que desconoce el Oriente.
De ahí la comprensión entre Stalin —el tártaro salvaje— y los chinos, y el distanciamiento con Trotsky y Lenin; que provenientes de los devaneos filosóficos de Occidente, desconocían la centralidad ontológica de la tierra. De ahí también la extraña variante peruana, que amenazó al occidentalismo en las Américas con esa centralidad; porque no dependía de la locura personal de l’état c-est moi en la ilusión industrial, sino de la tierra, el alimento.
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