Tuesday, January 1, 2013

Digresión

El escritor latinoamericano sentía —y posiblemente sigue sintiendo— que tiene el deber o que debe cumplir con esa misión que le ha sido encomendada de defender y propagar la idea de que esta región es la mejor del mundo, y consecuentemente, el hombre también.

[Ruedas de la Serna]

El exceso de esta afirmación se debería a la misma reducción racionalista que identifica al latinoamericanismo latinoamericano con el europeo; en el sentido de que cumpliría con las expectativas idealistas del buen salvaje, como una profecía de auto cumplimiento en mitos de justificación antropológica. No obstante, aunque vinculada a ese idealismo humanista y fáustico, puede deberse a otras funciones de la evolución cultural de Occidente; en la que el desarrollo histórico demostraría la insuficiencia intelectiva de la tradición filosófica moderna, con el humanismo racional positivo de su Ilustración. En este sentido, puede tratarse de una intuición crítica, que retome las facultades gnoseológicas [residuales] de la literatura, en tanto reflexión de corte antropomorfista; que por oposición a la reflexión por meros conceptos del racionalismo positivo, alcance a comprender las fuerzas facultativas de la naturaleza en su trascendencia, como lo maravilloso.
Lo maravilloso se entiende para esto, no como lo fantástico sino como el punto intermedio entre lo fantástico y lo real en tanto instrumentos objetuales para la reflexión; en un orden coherente con las estructuras tradicionales [premodernas], que tienden a la organización por la relación de funciones tricotómicas, ya desde la gnoseología platónica; y que persisten incluso en el Órganon aristotélico, como los sucesivos órdenes en que se determina formalmente la substancia, reconocibles aún en el origen neoplatónico de la tradición cabalística judía. En ese mismo sentido, la capacidad reflexiva latinoamericana no sería filosófica en sentido estricto sino literaria; recuperando aquella función primera del antropomorfismo en el momento cumbre de la intelección humana del cosmos con las cosmologías, y dada la insuficiencia ya crítica de la tradición filosófica occidental; que con su carácter dicotómico positivista no admite una comprensión de las determinaciones necesariamente sobrenaturales de lo natural, dado su carácter extrapositivo; pero que serían comprensibles en esta intelectibilidad latinoamericana, gracias al desarrollo de una noción de lo maravilloso como real aunque no positivo.

Vale acotar que la no comprensión de esas determinaciones trascendentes de lo real en su naturaleza las haría facultativas, dada su exclusión del dominio reflexivo humano; explotando en contradicciones virulentas, que acentúan la tensión crítica en que el Ser se relaciona tanto consigo mismo como con el entorno, en la cultura. Relativo al cuento Viaje a la semilla, por ejemplo, eso se observaría en la facultad mágico-trascendente del negro viejo respecto a Don Marcial; a quien en definitiva diluye, regresándolo a la nada con todo y su construcción simbólica o cultura, haciendo incluso innecesaria una revolución que lo desmonte con su demolición. El negro viejo sería esa facultad de la naturaleza subyacente en la realidad de las cosas, más virulenta cuanto más negada en su extra positividad; pero cuando esa positividad es una exigencia ineludible en la linealidad racional de la filosofía, cuyo humanismo puede plantearse hasta una inutilidad como esa demolición, tan futil como la desmitificación de las religiones.

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