Saturday, July 14, 2012

Ataraxia

Cualquier discusión ética contemporánea ha de remitirse necesariamente a las clásicas, ya incluso arcaicas; porque fueron en definitiva las que impusieron los modelos que rigen a la ética contemporánea, incluso la [vigente] que es moderna. El problema ahí es que parece que las escuelas éticas se diferenciaron por cuestiones de temperamento, igual que las religiones; y todas, de hecho, crecieron al amparo de Sócrates y de él se alimentan. De las llamadas escuelas menores de Atenas, que son las éticas, sólo el Hedonismo de Epicuro fue más o menos marginal a la impronta de Sócrates; pero incluso en ese caso proyecta su sombra sobre la magna Atenas en que florece el Hedonismo epicúreo, que tiene que incorporarlo como referencia. Más ilustrativo que eso, la afinidad del Estoicismo con el Cinismo es hasta poco asombrosa; su fundador, Zenón de Citio , era un realidad un cínico reformista —como Aristóteles un platónico disidente— que se inició bajo la égida del gran Crates, fundador del Cinismo.

En realidad la Pharmacopea de Epicuro no busca otra cosa que la Ataraxia estoica, y sólo se diferencia del propósito cínico en que este carece de propósito; aunque más o menos, no tan radical que alcance a definirlo, porque en realidad se trata de que su objeto reside en su misma reacción al estímulo inmediato. Sería precisamente esta peculiaridad tan singular la que propiciara los excesos por los que el Zenón se distancia, llegando a la postulación de un objeto; eso era algo importante, si se observa que el Estoicismo fue la única escuela ética [no Ontologista] que derivó una epistemología y una Cosmología, equiparándose funcionalmente al ontologismo platónico-aristotélico. Más complejo aún que eso, el Ontologismo platónico está dado por defecto y no como un objeto propio suyo; por más que sea eficiente, el objeto propiamente dicho [la Eideia] es epistemológico, sólo que su comprensión impone lo ontológico; porque en últimas, la idea en tanto objeto es el Ser propio de la idea, y esto es el Ente, cuya comprensión es del Ser en sí, y por tanto es ontología.
Ahora bien, la opción por una u otra de estas escuelas primeras parece obedecer como al principio a una cuestión de temperamento y sensibilidad; lo que no es mucho más grave que  en ese principio, si al final se trata del mismo objeto de la satisfacción de las necesidades [pharmacopea], que bien identificadas se produce como Ataraxia. La opción cínica no debería tener mayor problema con eso, puesto que el objeto estoico deriva —desde sus mismos inicios— de su reacción al estímulo inmediato; sólo que como teleología, como posposición en el propósito, que permite la organización de los actos en ese sentido. Esto último, no hay dudas, distorsiona como inicio mismo uno de los objetos derivados del cinismo; y que sería la autosuficiencia y la falta de propósito [animal] en su capacidad de reacción al estímulo inmediato, al condicionarlo a la consecusión del propósito.

No obstante ahí hay dos problemas sobre la suficiencia cínica como objeto en sí, y es que el hombre no es un animal en sentido estricto; lo que se refiere a que, a diferencia de los otros animales, el hombre tiene la capacidad [teleológica] de establecerse un propósito, y —más o menos— conseguirlo. La deficiencia ahí estaría en que el inmediatismo cínico funciona como una negación de la naturaleza del hombre, en una distorsión semejante a la del angelismo; pues la naturaleza misma de lo humano es cultural, y ello implica la resolución inteligente a niveles sofisticados de la determinación de sus actos. Un hombre no es definitivamente un perro sino un hombre, y su realización incluso individual conlleva la aceptación de esta naturaleza [distinta] suya; esto es, el establecimiento de un objeto diferido [propósito] respecto al cual ordenarse, incluso si ese objeto es la necesidad más inmediata, como cagar y templar.

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