Wednesday, July 4, 2012

¿Por qué es necesaria una recuperación crítica del Marxismo?

Desde la caída del bloque socialista el Marxismo está en crisis, no a nivel de pensamiento sino a nivel de referencia válida para el mismo; y la diferencia, que lo hace disfuncional, se debería a que su vigencia se limita a los círculos académicos expresamente interesados, pero que resultan en una suerte de culto sin aplicación práctica y real. Sin embargo, el fracaso del bloque socialista fue un suceso político, y por ende coyuntural y condicionado; en tanto se trata de que el Marxismo fue reducido a su valor ideológico, como doctrina política, y luego de las interpretaciones que lo distorsionaron; incluidas las de un Marx ya comprometido con un proyecto político concreto como la I Internacional, que no era una filosofía sino un programa concreto. Asumir el fracaso de una filosofía por su coyuntura y hasta devenir político, es desconocer la naturaleza misma del pensamiento organizado; dentro del que las escuelas y las doctrinas se suceden, pero sin afectarlo en lo que de hecho es, una sistematización cognitiva.

Sin dudas, puede afirmarse sin temor que lo peor que le ocurrió al Marxismo fue el Leninismo; cuya expresión más grave fue la tradición académica de la [Universidad] Lomonosov, dedicada a la justificación del programa político. En ese sentido, el Marxismo respondió a las dinámicas mismas de lo religioso, incluido el culto moderno a la Razón; que no tuvo en cuenta que se trataba de un convenio de eficiencia coyuntural, semejante al de Dios para las tradiciones religiosas, al justificar como racionalización las compulsiones [políticas] de la sociedad. Sin embargo, aceptar por ello que como filosofía es un fracaso es reducir lo filosófico a lo meramente político; cuando sabemos que lo político es nada más que el conjunto de intereses inmediatos impuesto por la coyuntura, sin que acceda a un valor existencial trascendente.
El accidente soviético, como casi todos, tuvo consecuencias ontológicas redeterminando al Ente en su devenir; pero habría ocurrido como una apropiación legítima, dadas sus propias circunstancias, fuera de las cuales es imposible comprender los procesos. A la crítica sobre la inmadurez económica de Rusia al momento de la revolución y su propio desarrollo pernicioso en ese sentido, habrá que anteponer las limitaciones propias de lo humano; que sumido en esa circunstancia suya, sólo tiene necesidades urgentes y puntuales, más allá de sus pretensiones transhistóricas, y esa falencia terrible del valor universal de la Razón, que es aparente. De ahí las innúmeras contradicciones que dieron al traste con las sucesivas convocatorias a una Internacional Socialista, empezando por la primera; pero también la inevitabilidad de esas contradicciones, como propias del contexto histórico en que ocurrieron.

Ciertamente, el fracaso del bloque [político] socialista no hizo sino acentuar las contradicciones propias del Capitalismo; que evolucionó a Capitalismo Corporativo, desde el marco del Capitalismo Industrial en que se elaboraron las doctrinas [socialistas] derivadas del Marxismo. La diferencia incide como desenfoque del objeto, si se tiene en cuenta la teoría comptiana de los desarrollos diacrónicos; que no afectaría a los fenómenos sólo por su extensión histórica, sino también —o sobre todo— por la forma distinta en que se extienden como históricos, respondiendo a dinámicas internas [dialécticas] singulares. Al respecto, el título de Fukuyama habría tenido suerte mediática y valor literario [retórico]; pero obvia la premisa misma del concepto marxista de lo histórico, como el ámbito cultural que hace a lo político exclusivamente humano.
El error podría haber estado en la tentación de dejarse llevar por la preponderancia de lo político, y sobrevalorar el problema del reconocimiento; que si bien es cierto que ha alcanzado a alterar las relaciones económicas, no es menos cierto que se debe a una aberración propia de los excesos de lo económico mismo, pero sin perder por ello su naturaleza coyuntural y condicionada.  La base de las determinaciones políticas sigue siendo lo económico, porque es lo único con carácter puramente material; y al respecto, es ingenuo [académico] confundir la eventualidad del problema del ego con la transhistoriedad de los problemas puramente económicos. La tensión de los egos, que obviamente existe, sería sólo una consecuencia del poder político conseguido por las corporaciones; cuando la clase media se ve impedida de crecimiento real [económico], tratando de satisfacer sus necesidades en la imagen… propuesta por las corporaciones. Una vez demostrada la inconsistencia de esta solución, la clase media queda obligada a enfrentar su depauperación creciente; que es lo que la compulsa al reconocimiento de clase como proletariado, al proveer y sostener la estructura toda de la economía, ahora esclavizada al consumo.
Como ejemplo, debería bastar esa evolución del Capitalismo de Industrial a Corporativo; que se daría justamente con el colapso económico del bloque socialista, pero como su versión mejorada y no como su negación. En efecto, el Capitalismo devino en Corporativo por necesidad propia, y se encontraría sumido en una crisis de crecimiento; que es por lo que se acentuarían sus contradicciones internas, en tanto se trata de un ajuste a nuevas circunstancias económicas. La confrontación con el llamado Socialismo Real habría retrasado el proceso de este desarrollo, en que las relaciones económicas pasan a determinarse a nivel corporativo; pero una vez desaparecida la contradicción de ese llamado Socialismo Real, al Capitalismo no le queda más remedio que legislar el crecimiento inevitable de las corporaciones. Estas, a su vez, funcionan como estados virtuales, que impiden con su propio proceso de crecimiento el desarrollo  de toda forma de capitalismo primitivo; cuyo estadio más avanzado es precisamente el industrial, pero como límite de las formas de producción surgidas con el Medioevo.
En este punto habrá que entender que el Capitalismo pase de industrial a corporativo, porque ni siquiera se trata de las formas de producción en sentido estricto; sino de que ya estas tienen que incluir el proceso de comercialización, distinto al de producción y con sus propias necesidades hasta entonces desconocidas. Tal es el caso del capital como necesidad ya inevitable, impuesta a los modos de producción como condicionante; que por los volúmenes que requiere, atenta directamente contra la individuación [atomización] que propugnaba el capitalismo primitivo, organizando —y sometiendo— a las masas en el marco de las corporaciones; como los antiguos imperios, que funcionaban sobre la base corporativa de las instituciones religiosas, y que fueron en definitiva las que dieron forma a las primeras sociedades como capitalistas.

Tal es el caso, como un simple ejemplo, de los servicios sociales, asumidos tradicionalmente por el estado; pero que precisamente tienen que traspasarse a las corporaciones, porque la solución es inevitablemente económica, si depende de la base material creada al efecto.  En este sentido, la contradicción más obvia ha sido la ineficiencia de los programas de asistencia social norteamericanos respecto a los europeos; cuando lo escandaloso es que sean necesarios programas de asistencia social, razón que sustenta al radicalismo conservador norteamericano. Esta contradicción, casi exclusiva de la política norteamericana, es por ello mismo típica y recurrente; pues se refiere a que, en definitiva, son las corporaciones —como proveedoras de bienes y servicios concretos— las que pueden satisfacer la necesidad.
La contradicción de naturaleza y sentido, entre el propósito de las corporaciones y la responsabilidad social, ha de resolverse inevitablemente a favor de estas últimas; pero, también inevitablemente, a expensas de lo político, porque de la provisión de asistencia las corporaciones también derivarán la capacidad ejecutiva propia de los estados, que es lo que las hace estados virtuales. Hasta el momento, esta última contradicción parece insoluble; visto que el estado no tiene la capacidad productiva de las corporaciones, que fue lo que intentó el llamado Socialismo Real; y son las corporaciones, en definitiva, las que proveen esa base material para el desarrollo social, y el estado sólo puede legislar la forma en que lo hacen. En definitiva, la defensa a ultranza del capitalismo no tiene en cuenta que este no es ya moderno sino postmoderno; las dimensiones necesarias a la industria no permiten la atomización de la sociedad, y el estado es incapaz de proveer los capitales que no produce. A la solución de estas contradicciones se dirigiría un Neo-Marxismo, capaz de corregir en forma crítica las asunciones [modernistas] del Marxismo primitivo; pero salvando su funcionalidad como sistematización dirigida al Realismo agotado entre los muros eclesiásticos de la Escolástica. Ese habría sido siempre el problema, la imposibilidad del Realismo de sobreponerse a la especialización epistemológica del Idealismo; y ese conflicto es antiguo, surgido en la magnífica Atenas, en el diálogo que no se dio nunca entre un maestro y su discípulo disidente.

Próximamente: Bases críticas para un Neo Marxismo

2 Comentários:

fragui said...

oye me parece extraordinario tremendo ensayo y con un lucidez de profeta te felicito por el desglose y la claridad del enfoque aparte de la proposición al terminar...

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