A propósito del Realismo Mágico
También a propósito de GGM —y cómo no— recurre
la cuestión del Realismo Mágico propiamente dicho, de su importancia y consistencia
como estilo; que en efecto llegaría a identificarse con la región como su propia
expresión literaria y artística en general, a partir de lo que se conoce como el
Boom de la literatura latinoamericana. Primero, y por una cuestión de perspectivas,
como ya se ha dicho, el Boom fue un fenómeno del mercado intelectual europeo; pero
no por una simple manipulación propagandística y comercial, sino porque satisfacía
una de las necesidades capitales de la literatura occidental, en decadencia desde
el auge del Realismo crítico francés.
La literatura latinoamericana puede decirse que
existe desde el comienzo mismo en que la región comienza a definirse por su singularidad
cultural; con figuras transitivas que van desde la madurez formal, con Sor Juana
Inés de la Cruz, el Inca Garcilaso de la Vega, Gómez de Avellaneda y —espurio o
no— don Silvestre de Balboa, por ejemplo. No obstante, salvo en el caso de la
épica, a esas alturas la poesía no tiene el valor reflexivo concreto que es propio
de la literatura por su antropomorfismo natural; y los esfuerzos del Modernismo
sensualista [realista] femenino, no lograrán sobreponerse a los impulsos políticos
del nacionalismo [idealista] masculino, por la desventaja de género de sus autoras.
Sería entonces con la prosa —proveniente en mayor
medida del realismo crítico francés pero también del romanticismo y el
naturalismo anglo-alemán— que se desarrollaría este alcance reflexivo; con la elaboración
de tramas suficientemente vastas como para conseguir una representación suficiente
de lo real, que es en definitiva el objeto último de toda reflexión. El mejor ejemplo en este caso es el del argentino
Leopoldo Lugones, que a pesar del culto nacional por su poesía es sencillamente
mediocre como tal; pero logra en cambio unas ficciones tan inteligentes y
marcadas que abrirá todo un abanico, en el que proyectará su influencia formal
—incluyendo sus insólitos giros gramaticales— sobre más de una generación de excelentes
escritores.
Recuérdese en este sentido que en tanto arte la
literatura siempre resuelve una reflexión sistemática de la realidad por su representación,
en el antropomorfismo; facultad que retiene en su carácter formal desde las primeras
elaboraciones de ese tipo, antes del desarrollo de la filosofía; y aunque esta es
ya una realidad en apogeo incluso apoteósico desde el siglo XVII, lo cierto es que
se restringe a élites muy especializadas; mientras que la reflexión cognitiva es
una necesidad inherente a lo humano por su carácter práctico y no una especialidad
cultural, que por tanto se satisface aún en lo artístico. También en este sentido,
y curiosamente, el arte desarrolla este alcance reflexivo en una contracción de
valor realista; que se relaciona en una tensión crítica con el sesgo idealista de
la especialización filosófica, inevitable por su constante ajuste epistemológico.
Sería en ese sentido que el realismo latinoamericano
revitalizaría el alcance reflexivo de la literatura occidental, en decadencia por
su creciente anecdotismo; al reincorporar la noción de lo trascendente en su
tratamiento incluso tópico de lo mágico como elemento capital a la realidad en tanto
humana [cultural]. Eso es lo que explica que junto a la figuración exagerada y enloquecida
de García Márquez y hasta de Carlos Fuentes, puedan colocarse referencias más racionales
—nada mágicas— como la de Vargas Llosa; dirigiéndose todas a esa comprensión cualitativa
de la realidad en y por sus determinaciones [compulsivas], incluso con
experimentos que incorporan ciencias en desarrollo como la psicología. También
eso explica que el así
reconocido realismo mágico pueda subordinarse un género
mayor como la llamada novela de la revolución mexicana; que con ejemplos
excelentes como el de la mítica La negra Angustias llega a una representación
de las compulsiones y las contradicciones propias de lo real, y hasta de las
proyecciones y alcances propios de lo natural [natura naturante] incluso más
radical que la más fumada de las figuras garciamarquianas.
Relativo al origen, en definitiva, el realismo
mágico tendría su génesis inevitable en el interés antropológico del
intelectualismo europeo; que primero cristalizaría en dicotomías simples y
evidentes como la recurrencia de Campo y Ciudad, que hasta llegaría a titular una
novela, para extenderse en elaboraciones más complejas y hasta teorizantes,
como las elaboraciones de Carpentier sobre lo real maravilloso. En cualquier
caso, cualquier acercamiento al realismo mágico será incompleto si no comprende
la vastedad de la literatura brasileña; en la que el magisterio de Jorge Amado
es sólo el botón de muestra de una cúspide que exhibe su propia madurez y suficiencia,
al mismo nivel de subgénero que la ya dicha novela de la novela mexicana.
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