Lucrecia quiere decir perfidia
Con un título de bolero, la escritura de Chely Lima nos recuerda que quizás
el pecado más grande de la literatura cubana contemporánea sea lo pretencioso; porque
nos da una pieza indiscutiblemente menor, pero preciosa como una joya. Lucrecia
quiere decir perfidia es un resumen perfecto de lo que es una literatura
popular, pero de los tiempos en que eso no era peyorativo; es decir, en que el propósito
de la literatura no era desatar o justificar un culto más o menos personalista,
sino ser leída. Esto la inscribe así en la saga de Sir Conan Doyle, por ejemplo,
que asombró al mundo con una serie que hoy es un clásico; una categoría que quizás
no integre esta autora, pero justo por la adversa circunstancia de esa sobresaturación
de oferta que hoy nos ahoga sin misericordia ni criterio.
De Chely Lima concluyó un agente literario que su literatura era demasiado perversa
para el gusto gazmoño de las editoriales; Lucrecia quiere decir perfidia es la
prueba de que tuvo razón, pero también de que esa es probablemente su mejor virtud,
signándola con una estética de erotismo y perversión. Tampoco hay que engañarse,
porque Chely es demasiado escritora para rebajarse al porno; pero eso sí, la sombra
densa de un erotismo ilimitado por las filigranas de un sadomasoquismo contenido,
hace de su lectura una experiencia deliciosa. Para añadir complejidad al asunto,
téngase en cuenta que ni siquiera se trata de una novela erótica; sino que, como
una burla desdeñosa a toda clasificación, es un policíaco en el que la policía es
el borroso telón de fondo, porque aquí de lo que se trata es de un bolero corta
venas. Quizás por eso la última parte de la novela suene como una coda que se regodea
lujuriosa, luego de un final altísimo como pocos en la literatura cubana; tanto
por lo extemporáneo como por lo teatral, la mejor aria de cualquier ópera, que es
el consabido fin antes del fin.
Queda agradecerle una virtud insólita para un autor cubano contemporáneo; la
de difuminar el contexto político en el decorado, dejándolo más borroso aún que
el coprotagonismo de la policía. Con eso, no obstante, es probable que consiga que
la escritura funcione más eficientemente en su metáfora de la realidad; cuando la
naturaleza del mal se apodera del Ser y lo redetermina ontológicamente, con el señuelo
de la satisfacción inmediata de su sensualidad.
1 Comentário:
Agradecidísima, Ignacio! Como de costumbre, tu prosa aguda y refinada (que me recuerda tu afilada lengua de escritor y artista rebelde y erudito)da tanto placer... Y qué maravilla que mi Lucrecia (esa mujer fatal) te haya gustado...
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