La segunda mirada
Carlos A. Díaz Barrios, Rubí Arana e Ignacio T. Granados |
Un reciente recital por
la nicaragüense Rubí Arana en The silver
dragón, la tienda de Carlos A. Díaz Barrios en Coral Gables, dio lugar a un
acuerdo importante acerca de una colección llamada La segunda mirada. Se trata de una colección que surgió como fruto
del trabajo como editor del escritor Carlos A Díaz Barrios; a la sazón uno de
los editores más consistentes y confiables del entorno cubano de Miami, desde que
no trata de derivar una relevancia intelectual —que ya posee— sino que puede
volcarse a la recreación de un acervo tradicional como el de la literatura
cubana anterior a 1959. En ese sentido, debe recordarse que la tradición
literaria cubana es particularmente rica y extensa; más allá sobre todo de sus
autores canónigos, como Alejo Carpentier o Eliseo Diego, a autores que sin alcanzar
ese rango sí fueron icónicos. Ese es el tipo de autor que en general recoge La segunda mirada, como una colección
con carácter incluso de muestrario antes que compilatorio o definitivo en modo
alguno.
De ahí que sea tan
importante el acuerdo con Díaz Barrios para la digitalización de eso que ya es
en sí un
fondo precioso de la cultura cubana; al que se podrá acceder de forma
universal, e integrándolo en las nuevas proyecciones que el desarrollo
tecnológico impone a la cultura. No puede olvidarse el detalle del momento
crítico, aún en sentido positivo, que atraviesa a la cultura contemporánea;
distinto incluso al que significó la invención de la imprenta, ya que contiene
el elemento acelerador de la relación objetual con el libro como referente
cultural; que ha de ser una relación necesariamente distinta, desde que —hasta
por los niveles de educación y la densidad poblacional— el manejo de las bellas
artes ya no es un denominador de interés político y social. En ese sentido, ya
la invención de la imprenta tiene que haber significado un filtro que
sacrificara gran parte de la tradición literaria anterior; como esta transición
hacia soportes electrónicos ha de serlo para gran parte de la producción
literaria actual, basada sobre todo en el culto [seudomístico] del libro como
objeto de prestigio.
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Eso entonces ha de revertirse en la definición misma de proyectos como La
Torre de Papel y Ediciones Itinerantes Paradiso; que se distinguen en el
panorama local tanto por su bajo perfil como por el tipo de proyección no
institucional pero sí más vitalista que el común de proyectos de su tipo. Díaz
Barrios además es un autor de calidad superior, que en vez de usar su trabajo
editorial para auto promoverse lo ha utilizado para isolarse en el ambiente que
corrompe a la cultura cubana con su falso institucionalismo; carácter que es lo
que le hace más atractivo como criterio y referencia para el trabajo, tanto por
ese carácter suyo como por la eficacia de su propósito. Algo que lo distingue
todavía en ese sentido, es tanto el respeto [singular] que le hace pagar por
los servicios que requiere como la modestia de reconocer sus necesidades; que
le ha llevado a la simplificación de sus diseños de portada, distanciándose de
ese horror que es lo que se puede llamar el estilo Miami en portadas, para
alcanzar la máxima expresión en el más total minimalismo.
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