Thursday, April 10, 2014

José Kozer sobre Pablo de Cuba Soria [Frag.]

Libricidad conjuga aquí con cierta lubricidad, ésta no la de los órganos sexuales y los cuerpos entollados, sino la de la lengua vericuetera y lanzada en una fuga hacia delante, a cada rato entrecortada y zigzagueante, desde una proliferación: Pablo de Cuba escribe desde el meandro, tomando las revueltas del camino y sus recodos, consciente del oficio pero a la vez consciente de que el acto poético, que no es llamativo ni derrotero de transparencias facilonas, implica un azar (del árabe, dado) un lanzar los dados del lenguaje y confiar en una lógica sorpresiva (sorprendente) que participa de lo desconocido, de lo inasible.
[ …]
Poesía abierta, participatoria, cuya amplitud de miras no programada ni dogmática implica un disgregar para evitar estancamientos, un gaguear para impedir fáciles flujos y reflujos, una ambigüedad madura que transmite duda y risa, enfermedad y saneamiento. Así, y lo propongo, estamos ante una poesía de la salud, la salud que viene del enfrentarnos con la totalidad del cuerpo en todos sus engranajes, en toda su divina banalidad. Poesía que recorre pestilencias viscerales para aflorar pletórica de vida, de risa sin estridencias excesivas ni horror esqueletal: risa purificada de campos de concentración y de médicos nazis, una risa rizoma que canta el recreo, la sílaba gaga (que por gagas vibran doble): risa que se apoya en el habla cubana, sin empacho, y que usa sin titubeo mayor la frase hecha de la esquina de casa: “el/ que/ mordió el cordobán” (Rizoma XIII): “tumba/ y/ deja” (Rizoma XI). Habla, así, lustral, que tras el descenso a lo apestoso no tiene peste en las manos, ni arcadas interrumpiendo el fluir de la voz.

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