José Kozer sobre Pablo de Cuba Soria [Frag.]
Libricidad conjuga aquí con cierta
lubricidad, ésta no la de los órganos sexuales y los cuerpos entollados, sino
la de la lengua vericuetera y lanzada en una fuga hacia delante, a cada rato
entrecortada y zigzagueante, desde una proliferación: Pablo de Cuba escribe
desde el meandro, tomando las revueltas del camino y sus recodos, consciente
del oficio pero a la vez consciente de que el acto poético, que no es llamativo
ni derrotero de transparencias facilonas, implica un azar (del árabe, dado) un
lanzar los dados del lenguaje y confiar en una lógica sorpresiva (sorprendente)
que participa de lo desconocido, de lo inasible.
[ …]
Poesía
abierta, participatoria, cuya amplitud de miras no programada ni dogmática
implica un disgregar para evitar estancamientos, un gaguear para impedir
fáciles flujos y reflujos, una ambigüedad madura que transmite duda y risa,
enfermedad y saneamiento. Así, y lo propongo, estamos ante una poesía de la
salud, la salud que viene del enfrentarnos con la totalidad del cuerpo en todos
sus engranajes, en toda su divina banalidad. Poesía que recorre pestilencias
viscerales para aflorar pletórica de vida, de risa sin estridencias excesivas
ni horror esqueletal: risa purificada de campos de concentración y de médicos
nazis, una risa rizoma que canta el recreo, la sílaba gaga (que por gagas
vibran doble): risa que se apoya en el habla cubana, sin empacho, y que usa sin
titubeo mayor la frase hecha de la esquina de casa: “el/ que/ mordió el
cordobán” (Rizoma XIII): “tumba/ y/ deja” (Rizoma XI). Habla, así, lustral, que
tras el descenso a lo apestoso no tiene peste en las manos, ni arcadas
interrumpiendo el fluir de la voz.
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