Wednesday, March 6, 2019

Nuevamente, Condenados de Condado


Lo peor que se puede hacer con la literatura es reducirla a un valor testimonial, que no posee siquiera por su naturaleza reflexiva; ya que en la individualidad de la experiencia de que depende, pierde todo vínculo directo con la realidad a testimoniar. No obstante, es sin dudas un acercamiento a ella, cuyo valor en tanto reflexivo es también cognitivo; sólo que no hay que confundir el conocimiento —que siempre es concreto— con un discurso, que es ideológico y en ello genérico. Condenados de Condado tiene esa ambigüedad sin embargo de la literatura apologética, que adelanta un discurso; pero —y he ahí la maravilla— lo hace sin desbordarse de su propio sentido estético.

En eso reside el valor de ese libro, elogiado con razón por grandes, que vieron en este el trazo de una estética singular; no importa si esa singularidad se perdiera después, en los otros devaneos de su autor, que no es el primer autor que diluye su grandeza. Ese no es el tema aquí, sino el valor propio de Condenados de Condado, que puede perderse como su propio autor; porque por la sensibilidad del objeto concreto que toca, está destinado a esconderse en el estigma moral de su ideología. De evitar eso es de lo que se trata aquí, porque ese libro es un fenómeno valioso en su singularidad; como todo lo que lo acompañó en su tiempo, que era trágico y sangriento, esplendorosa y cruelmente épico.

El dilema es moral, y proviene de la ausencia de un experimento del mismo tipo en la contraparte; porque no hay que dudarlo nunca, Condenados de Condado es un libro apologético de la revolución cubana. De hecho, el trazo estético consiste en que equivale al fenómeno de la literatura de la revolución mexicana; reinando como un único ejemplar, de un esfuerzo multitudinario que se frustró en la mediocridad. Eso se debe a que, como el mismo autor afirma en su edición por Biblioteca Breve (2000) él encontró el tono; a diferencia de todos los otros esfuerzos en este sentido, que se diluyeron en el discurso; y de él mismo, que en su evolución posterior sucumbió al vedetismo de la anécdota fácil y cínica. En ese sentido, el libro exige cierto distanciamiento, puesto que los tiempos no son los mismos; ya la revolución cubana no es una épica sino un sin sentido, y disipó su gloria en la crueldad de sus modos.

Kndle
Eso ha permitido comprender a la otra parte, que emerge lastimada por la difamación y recupera su dignidad; pero a esa otra parte, precisamente por su extrema carnalidad, le falta ese fenómeno estético que le arme su propia épica. Que quede claro, el fenómeno en sí es histórico y por ello es pasado; es en esa pérdida de actualidad que la parte ultrajada no puede oponer una reflexividad estética, una épica propia a esa epopeya oficial. Se pueden alegar los casos, pero todos serán discursivos y no reflexivos, que es en lo que no son épicos sino panfletarios; porque ya esta contradicción a perpetuidad es moral y en ello política, de ningún modo estética.

Igual eso no debería ser grave, porque la epopeya es compartida, como siempre ha sido desde aqueos y troyanos; las víctimas están incluidas junto a los victimarios, y de hecho se confunden entre sí, por la complejidad del panorama, que lo hace profundo y dramático. Esos son los peligros que pueden perder la cualidad estética de este libro, agrandados por el ego de su autor; porque a la dificultad extrema de un mercado saturadísimo, se une la desagradable referencia de su autor. No obstante, como para monjes fervorosos —que no para estudiantes— está este libro del pasado; igual que las otras gemas que parió la confusión de su tiempo, cuyos autores como este degeneraron en la trampa de sus respectivas circunstancias.

Ver
Como en un consejo de vecinos —que no un concilio eclesiástico— todos ahora se vituperan y lanzan invectivas rebuscadas y neobarrocas; se lanzan la culpa unos a otros, en un inusitado partido de football —el de rugby— y se celebran el espíritu deportivo. El público desinteresado sabe que las escuelas han sobrepoblado los equipos con sus becas, ya nadie es un titán como los de aquellos tiempos; tampoco es que tenga que haberlos, son otros tiempos y no aquellos, aunque igual compitan como si los jueces no supieran lo de los esteroides.

Seja o primeiro a comentar

  ©Template by Dicas Blogger.

TOPO