Las aventuras de Natan
Upload es una serie muy reciente de Amazon Prime, pero no tan reciente como para
ser posterior a la última pandemia; por eso la realidad que presenta como drama
de ciencia ficción, es una parodia del mundo que iba a ser; que todavía puede
que sea, pero no tanto, porque ha habido un trauma social por el medio, que
puede volverse político. En todo caso, se presenta como una comedia ligera, con
gran pulso en su manejo del humor y el balance de clímax y anticlímax; con una
dramaturgia muy políticamente correcta, que no se amilana en la explotación
humorística de los clichés más socorridos de la cultura postmoderna.
A grandes rasgos, la utopía esconde el horror distópico de una economía gobernada
por las aplicaciones tecnológicas; pero no con el discurso obvio de las novelas
apocalípticas, sino con la aparente irresponsabilidad de cualquier comedia
ligera. No obstante hay que tomarlo con pinzas, porque lo ligero y lo irresponsable
son sólo aparentes y no reales; en esta serie, la sociedad y la cultura han
cedido ante el empuje de la grandes corporaciones tecnológicas, y se recrea en
las contradicciones que eso produce.
Como curiosidad, el persona central es un protagónico absoluto, que cuenta
con la asistencia de su coestrella; no se trata de un drama igualitario, sino
que parece ser una búsqueda ontológica, en medio del despliegue avasallador de
su realidad. Quizás no se trate de eso expresamente, pero hacia allí conduce
sin dudas esa aventura casi en solitario de un héroe; que responde a la
contradicción de su partenaire, pero donde este es apenas su incidente más
importante y no su igual.
Asombra ese tipo de solución, en una obra decididamente resuelta en el
compromiso con lo políticamente correcto; que más allá del lenguaje, insiste en
que su sociedad ya ha superado los lastres de su pasado burgués. No es gratuita
sino muy intencional el uso de ese concepto de “lastre” y “burgués”, porque
tampoco ahí es inocente esta serie; que como una propuesta de idealismo
crítico, emula las pretensiones épicas del realismo socialista, que era también
idealista y sin nada de realismo.
Aquí, el héroe se encuentra consigo mismo, como producto de una sociedad
viciada que reproduce en sí mismo esos vicios; y va a redimirse, en lo que sin
dudas va a ser la serie de los trabajos de Hércules que le deparará una segunda
y quizás una tercera temporada. En eso inspira cierto terror, más profundo que
el de las novelas de la tradición distópica, porque en esta se trata de una
fantasía humanista; de esas que se concretaron en los discursos de aquel
realismo socialista, como justificación del horror del socialismo.
Esta serie apunta así a una superación de las últimas contradicciones de la
crisis neoliberal, con el triunfo de ese falso humanismo; en que la heroína
tiene que renunciar al héroe, poniendo sus propios parámetros éticos como el
nom plus ultra de toda relación humana. No importa que después ella lo acepte,
dado el fervoroso arrepentimiento que demuestra en el reconocimiento de sus
vicios burgueses; en lo que es sin dudas otro exceso de estas compañías
sobredimensionadas por su crecimiento descomunal, y tan soberbias en ello.
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