Después de acusar al pueblo cubano de cobardía, su exilio no desafió la
protección de las leyes estadounidenses; en vez de presentarse con sus
embarcaciones en la isla, clamó por una intervención militar, en base a la
crisis humanitaria, no exactamente política. Rusia, como era de esperarse, hizo
una advertencia velada acerca de la situación; llamando a respetar la soberanía
de los países independientes, ante la crítica situación del gobierno cubano.
Es difícil saber cuáles son los intereses de Estados Unidos con Cuba, no
importa lo que parezca o muestre; más allá de eso, está claro que Estados
Unidos no va a intervenir, pero no por miedo a una confrontación; sino porque una
intervención, como un estado de cosas, daría la luz verde a Rusia con Ucrania,
y a China con Taiwán. El exilio cubano podría tener eso claro, con tan sólo
poner en perspectiva la situación política del mundo; pero no puede hacerlo,
porque no ha creado pensamiento real ni capacidad de cabildeo político ni
centros de estrategia; sólo ha alimentado la exaltación retórica y emocional; de
eso vive, a través del ego —todos tenemos ego— de los disidentes, a los que
corrompe.
En ese sentido, el exilio cubano podía haber copiado al polémico estado de
Israel, con una estrategia inteligente; los cubanos gustan de identificarse con
los judíos, pero a diferencia de ellos no viven en función de su país; su
exilio se agota en el presupuesto que pueden quitar al gobierno norteamericano,
defendiendo su legitimidad. Si hubieran alimentado eso, sus instituciones
habrían sido más efectivas en esta circunstancia espectacular; habrían creado
organismos de cabildeo real, y —mejor aún— habrían generado un liderazgo real,
como alternativa creíble al gobierno actual.
Esas instituciones habrían podido desarmar el ascendiente político de Cuba en
el problema racial norteamericano y nacional puertorriqueño; que se limita a la
burda manipulación de su beligerancia, sin otros dividendos para ellos que la
migaja de un apoyo moral y políticamente vacío. En vez de eso, lo más
consistente que ha podido ofrecer es la cobertura completa de un par de influencers;
que sazonadas con la falta de proyección y consistencia, ni en ese momento
pueden evitar las puyas y ataques entre sí.
Por supuesto, copiando la reacción del gobierno que critican en Cuba,
critican esto con llamados a la unidad; que a estas alturas deberían saber son
retóricos y antinaturales, porque el valor real está en el disenso y la disfuncionalidad.
Igual, ya se han pasado la vida copiando la institucionalidad ya mimética
corrupta de la cultura revolucionaria cubana; han enfrentado la efectividad de la
UNEAC con otra del exilio, que en su virtual repite la violencia y exclusión de
la original, también con presupuesto político.
La buena noticia es la madurez del momentum cubano, más allá de la
inconsistencia de ese exilio; dejando claro que no importa lo que demore, la
situación evolucionará como mejor puedan ellos mismos, conscientes de su soledad.
Otra buena noticia es el desvelado de la revolución Cuba, mostrando su crueldad
e ineficacia; que rompiendo el mito de su romanticismo, destruye la supremacía
moral en que se sostiene como sistema.
Eso no significa ningún cambio de la correlación de fuerzas tras el
gobierno, sostenido por la manipulación; pero sí la pérdida de su poder
retórico, y su misma capacidad de soporte político para su red de aliados en el
mundo. Eso no es poca ganancia, y es bueno que venga de la misma capacidad de
su población para enfrentar su circunstancia; el exilio seguirá esquilmando
presupuestos del gobierno americano, con la corrupción de los opositores.
Eso no es importante, su destino como historia es convertirse en una nota de
referencia menor en su intrascendencia; lo único importante es que el pueblo
cubano ha girado en el torno de la dialéctica, entrando con su propio peso en
su propio tiempo. Este pueblo nuevo incluso generará inevitablemente su propio
exilio, con el que establecerá sus propias relaciones; será como un nuevo mundo
para quien lo quiera explorar, sin el lastre de ese pasado que aún se atreve al
chantaje en su ineficacia.
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