Federico Engels y la historia del Cristianismo
Engels se burla de la superstición
cristiana, mientras trata de salvar su función religiosa como super estructura;
aclara, por ejemplo, cómo el comunismo sólo coloca en el futuro lo que el
cristianismo en el más allá. Claro, aún no ha ocurrido —para él— el
estructuralismo ni el funcionalismo post estructuralista; por eso no se da
cuenta de que el futuro es el más allá, como mismo el Cristo es la
representación del proletariado.
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De ese modo, el Marxismo cree —apelando
a la fe— poder separar lo supersticioso de la doctrina cristiana; y pretende quedarse
su humanismo, sin percibir que solo adapta su núcleo a la nueva hermenéutica,
igual de supersticiosa en tanto ideológica. De ahí que paralelismos fragrantes
pasen desapercibidos a la sagacidad intelectual de Engels, como esa de la otra
vida y el futuro; ambos, para agotar el ejemplo, en la misma cuerda milenarista
que inaugura el Cristianismo.
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Ignora en ello la gracia que
abstrae en el Espíritu Santo la acción misma de Dios, manifiesta en todos los
profetas; por lo que está también —siquiera implícito en el Apocalipsis de Juan—,
aunque la narración no lo toque por ocioso. El conflicto persistente es
entonces la misma incomprensión del problema de la Trinidad, cuya consistencia
es existencial; algo incomprensible para una tradición como la idealista, trabada
en el determinismo en lo trascendental, sea teológico o económico.
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De ahí la soberbia de las
tradiciones que creen saber que es lo mejor para la humanidad, ignorando sus
falencias; porque lo mejor que puede hacerse respecto a la realidad es vivirla
(realizarla), limitando esa pretensión de comprenderla. Contrario a lo que
parece, eso no es una apología de la tercera tesis contra Feuerbach, que era
una nota marginal y no una tesis; sino un desarrollo del probabilismo, que
ancla toda comprensión posible en la contracción crítica del realismo.
Eso, claramente, no podían saberlo
ni Marx ni Engels, ni ninguno de los apóstoles de la Razón Ilustrada; cuya
religión se sostiene sólo en las limitaciones de la física clásica,
desconociéndolo todo de la realidad. Pena que, como el cristianismo con que se
compara, el socialismo esté condenado por la misma reducción; que es el
rigorismo moral por el que deviene en fariseo, como la misma fatalidad del
Idealismo en Occidente.
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