La contradicción entre el exilio
cubano y los afro americanos, sería por el apoyo de estos al gobierno cubano;
que sin embargo es supuesto, ya que se limita a sus facciones filo socialistas,
en su esfuerzo de monopolización de esa comunidad. Incluso en ese caso, recurre
al mismo trascendentalismo histórico (moral) con que se justifica el socialismo
a sí mismo; en contradicción directa con la naturaleza práctica de esa
comunidad en su marginalidad, tanto histórica como política. La incapacidad
para esta distinción evidenciaría el racismo sublimado de ese exilio
tradicional, mayormente blanco; pero también la otra, de su crecente minoría
negra, para sobreponerse a eso, respondiendo a la misma naturaleza cultural.
Ese estancamiento respondería a su
vez a la estrategia con que el gobierno cubano truncha el desarrollo de los
negros; cuando al triunfo de la revolución interviene sus sociedades, a la vez
que se inmiscuye en el conflicto racial norteamericano. Esto se suele pasar por
alto, pero subyace en la complejidad de ese conflicto racial norteamericano; monopolizado
por la legitimidad de la confrontación por los derechos civiles, pero bajo la
presión del liberalismo tradicional blanco.
El conflicto nace como parte del
proceso de emancipación, y la proyección de los negros en su propio desarrollo;
con una vertiente que busca este desarrollo en un sentido de clase, como parte
de la burguesía nacional; y otra que tiene su prioridad en los derechos
civiles, como parte del naciente socialismo norteamericano, en contradicción
con los obreros blancos. Esto se remonta entonces a los orígenes de la NAACP, como
parte de ese patrocinio y control liberal sobre los negros; que desplaza al
liderazgo negro —con sus propios intereses en la burguesía— usando la
legitimidad política de W.E.B. Du Bois.
Los cubanos negros poseemos una
posición privilegiada en ese conflicto, dada nuestra condición dual; pudiendo influir
en el conflicto con una mediación efectiva, con solo entender la realidad de
los negros norteamericanos; de la que participamos por nuestra propia
singularidad étnica, a la vez que de la condición del exilio. Podríamos resaltar
en esto la falsedad de esa contradicción, limitado a la prioridad política de la
tradición liberal (blanca); que en su función neo conservadora, no duda en
subordinarse cualquier contradicción propia de la sociedad post industrial.
Como ese muchos otros casos, todos ocultos
tras la sombra de esa tradición heroica a que nos reduce el arquetipo humanista;
que sostiene a esa tradición liberal, en el mismo error ontológico que
distorsiona a Occidente desde su misma raíz histórica. Este puede ser el
sentido de la Nueva África, concretada en el exilio negro, incluso como
trascendencia histórica; en el que Occidente completa su evolución, con su
preservación de la singularidad étnica en la integración.
Nueva África —como Santa Mónica de
los venados, Macondo y Nueva Venecia— corregiría el exceso ontológico que vicia
a Occidente; con un juego de manos, con que redimensionando el dogma cristiano
de la Trinidad, lo salva de su corrupción política en el humanismo, con la
magia del Hoodoo. En definitiva, la magia no es sino la forma en que el Ser se
relaciona con la realidad, interactuando con ella; no sólo en su
redeterminación tecnológica con la cultura, sino también en la comprensión de
sus proyecciones ontológicas. Ese es después de todo el exceso de
racionalización que empujara a Occidente por la pendiente de su corrupción; en
aquel difuso inicio histórico suyo, en el que funda su trascendentalismo como
ontología, ahora reversible.
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