De símbolo, apéndice a la CogiNganga
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En la literatura y el arte en
general, esta sería la tensión entre parnasianos y simbolistas, disolviendo el
romanticismo; justo por la influencia del racionalismo francés, en su carácter
elitista e intelectual, contra el popular de los románticos. Esto hace que las
figuras, en tanto representaciones, carezcan de toda consistencia propia,
perdiendo la función parabólica; por la que podían expresar la función
simpática del acto de conocimiento, como reflexión de lo real con su
interpretación.
De ahí el vacío hermenéutico, a
llenar con el valor convencional de la razón positiva, como determinación de lo
real; desplazando en esta convencionalidad a la reflexión misma, que
viabilizaba el objeto existencial en vez de político; y cuya función era referencial
y no directamente determinante, al permitir el desarrollo individual, como
potencia. Eso explica la recurrencia del símbolo, pero convencional y no
existencialmente, como parte de los problemas suscitados por la Modernidad; que
siempre son de alcance existencial, en tanto relativos a la reflexividad de lo
real en tanto humano, como naturaleza.
Como alcance metafísico —en tanto transhistórico—, esta capacidad sería lo
que se preserva en el llamado arte primitivo; que propio de las también
llamadas culturas y religiones primitivas, aludiría a la función primaria de
esa reflexividad; que contraria a la política —como doblemente derivada en su
convencionalidad— es existencial. Esta sería entonces la calidad experiencial
buscada por el arte postmoderno, tras la crisis que agota al moderno; en una
frontera porosa y amplia, pero marcada por el simbolismo, como expresión del
mismo proceso entrópico que es la postmodernidad.
[1] . Cf: Cn 2.20, la cuestión cuántica.
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