Monday, May 10, 2010

El enigma de la generosidad


"apaciguamiento e indiferencia no son opciones"
Shimon Samuels

En los debates sobre comportamientos públicos, la Generosidad ha devenido en un tópico regular; se la ve como un Bien en sí, garante de desarrollos y de fair play en su puntualidad incondicional. Sin embargo, como respecto al Amor y la Justicia, eso parece un concepto romántico —Moderno, that’s mean—; es decir, una elaboración, que sobre una base ética exige la racionalidad en las relaciones. El problema es que no hay nada menos racional que el comportamiento humano, pleno de compulsiones; como una realidad contra la que se estrellan las obviedades y reducciones [at absurdum] del racionalismo moderno; que en su base romántica, tiraniza el carácter, empujándolo a un concepto de Bien que poco tiene que ver con su humanidad real.

La Generosidad, como el Amor y la Justicia, más bien parece una naturaleza que un Bien en sí; es decir, no una cosa [Rex] puntual sino un carácter, que permitiría la relación armónica pero entre iguales. Como un lenguaje o una divisa, la Generosidad propiciaría el intercambio; pero en tanto carácter [Potencia] más que Bien en sí [Factum] marca los límites con lo distinto. Así como los intereses diferencian a los humanos concretos, ese carácter contribuye a reunirlos o separarlos; y forzar la evidencia con una fe absoluta en el imposible ético del Bien romántico, sólo conllevaría a la ruina del imprudente.

En una metáfora de contables, la Generosidad no debería ser un cheque en blanco; porque el gastador compulsivo desfalca la cuenta corriente, que sólo se sostiene en el saving found. Como el crédito, la Generosidad dependería de la solvencia y la capacidad para responder por deudas; y a la primera señal de deterioro en el saving found han de desatarse las alertas en el puntaje, porque ahí no hay rescate del gobierno. Ante las maravillas teológicas que construyó el Catolicismo, alguien dijo que Wall Street debía ser igual de complejo y fantástico [representativo]; la ofensa ante la comparación sólo denotó inmadurez, pues la física ha demostrado que los desarrollos opuestos son diametralmente proporcionales en alcance.
La compleja maquinaria del existir consistiría en un sólo principio mecánico, que en su reproducción crecería como la secuencia Fibonacci; Magnificat ánima mea Dóminus, dice el monje enamorado.

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