…el problema con el señor
Paulo Coelho no es personal aunque sí muy personificado, ya que él ha logrado
condensar en su figura el horror de la mediocridad en que decae el mundo
moderno; que como los viejos que detesta, se pone afeites y paga cirugías
caras, con ese anhelo fútil del milagro de la eterna juventud. El problema,
básicamente, es una paradoja, pues fraude tan a la vista no debería merecer
ninguna atención; pero justo por ese desdén altivo de las élites que disimulan
su escándalo, está donde está, sentado en la Academia brasileña; con lo que
demuestra que las academias son otro fraude monumental, sólo que no tan obvio
como el de su falsedad. El problema entonces consiste en que su mediocridad no
es pasiva, sino que se mueve sinuosa aprovechando esos melindres del elitismo;
que con temor a ensuciarse las uñas se niega a destrozarlo con aquellos métodos
tan eficaces del antiguo imperio chino, y que podían comenzar con el despelleje
impío. Lo cierto es que no sólo se sienta en ese fraude menos obvio que es la
Academia, sino que lo aprovecha para el ataque vengativo y mezquino; y así
arremete contra todo referente que lo pueda negar, como le diatriba tan seria
que echó contra el
Ulises de James Joyce.
Si la sublime
inteligencia de JL Borges queda demostrada en esa modestia con que prefiere decir
que no mereció a un autor antes que criticarlo; la bastedad de Coelho reluce
con este atrevimiento con que se atreve a medirse con uno de los clásicos con
razón más venerados de todos los tiempos. No que le falte razón en el ataque,
sino que su valor es reversivo, porque el del
Ulises es
precisamente su
complejidad; pero para eso tendría que saber que la naturaleza del arte no es
la enseñanza ni la comunicación en sí sino la reflexión inteligente, lo que ya es tan complejo que se comprende que le resulte incomprensible. El
problema con la gente así es que se cree inteligente, y mata a todo mensajero
que le demuestre lo contrario incluso con su indiferencia; y esperar que un
mediocre acepte su mediocridad es de una ingenuidad rayana en… lo mediocre,
sobre todo en un mundo —como este que ya pasa a postmoderno— que te ha
convencido de que todo te lo perdona menos la mediocridad.
En realidad, la pasividad
de mucho del stablischment con Coelho
podría deberse a la hipocresía con que lo admiran; no tanto por los cochinos
dólares que puede atraer con sus ventas de milagrero, como por atreverse a
decir lo que ellos mismos piensan pero no se atreven. No que Coelho lo diga por
valiente, que esa valentía requeriría de esa inteligencia de la que él carece; sino
que lo dice por estúpido y basto… pero al menos lo dice, murmurarán ellos, los miles de
maestros y graduados obligados a estudiar autores que no les interesan pero que alguien que
amaba esa profesión ató a sus currículums como necesarios. Ahora, esos miles de
maestros, que son también periodistas con ganas de subir al podio y estudiantes
que se babean ante la posibilidad de salarios indecentes; todo ese ejército de
menesterosos no está más obligado a disimular su mediocridad, gracias a ese
adalid del Coelho, y podrán imponerlas en la libertad reclamada de los currículos.
No está claro que alguien lo sepa, pero cuando Coelho dice una barrabasada de
esas, está sancionando desde la Academia; y no es que esta no sea un fraude,
sino que es un fraude menos obvio, y es por ello una convención que decide y
determina los rumbos de la actualidad en contubernio con esas solapadas
corporaciones que son las Universidades y las grandes editoras.
Ese es el problema con el dichoso Coelho.
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