Friday, May 30, 2014

A mí no me gusta Maya Angelou

Afirmar que a uno no le gusta la poesía de Maya Angelou puede ser una posición snob, que sólo busque llamar la atención; pero en ese mismo sentido, también puede llamar la atención sobre los derroteros del arte, y esa condena parece que ineluctable hacia su intrascendencia. No que esa intrascendencia paulatina a la que parece condenado el arte esté mal, en lo que bien podría tratarse de un proceso de adecuación; pues al fin y al cabo, el culto del arte, como extensión del de la inteligencia, es un culto artificial, como todo culto, y en ello producto de la manipulación. De hecho, las personas e instituciones preocupadas por el devenir del arte son las que dependen económica y/o políticamente del mismo; lo que ya haría risibles esas catarsis con que lo defienden en su más pura irracionalidad, apelando a las mismas razones religiosas que critican en cualquier credo tradicional.

Todos los excesos son pésimos, y los de la negación no lo son menos, así que hay que poner también cierta perspectiva; y reconocer que en los principios, como siempre y con todo, la voz de Maya era dramática y su experiencia era justamente existencial. Ese fue el momento en que ella encontró la densidad suficiente como para alcanzar el vuelo poético, sobre el que sencillamente se sentó después a moralizar; como lo haría cualquier papa del catolicismo [¿la papisa?], desde esa cátedra inflada de los círculos académicos, que viven de la manipulación mediática del público, como el más vulgar de los capitalistas. En todo caso, se trata precisamente de ese énfasis en que el concepto de belleza se trasladó de la forma a la función; y esta, a su vez, a su sentido más práctico y utilitario, incluso cuando eso significa restringir la supuesta función del arte a la vigilancia moral, a despecho de tan grandes artistas que pueden desmentirle el puritanismo. Angelou tendría aquí hasta valor modélico más que propio, porque lo que resaltaría es esa tendencia de la cultura postmoderna a establecerse como un índice de mediocridad intelectual; que después de todo es lo natural en todo sistema político y cultural, en tanto suma activa de convenciones en las que se resuelve la existencia como naturaleza artificial y propia de lo humano. De ahí que esa intrascendencia progresiva que gana al arte no tenga que ser necesariamente un fenómeno negativo; sino que puede tratarse de una adecuación, por la que al fin se supera la sobrevaloración política y económica de ciertos aspectos, y con la que se habría distorsionado a la cultura en su propia función sistémica.


No será gratuito que Maya Angelou fuera norteamericana, como no lo es que el arte norteamericano tienda a ser convencional por naturaleza; y una de esas convenciones suyas, proveniente del origen populista de su cultura, es precisamente el descreimiento de toda función que no tenga valor y sentido práctico e inmediato. De hecho también, es la literatura norteamericana la que culmina la rebelión contra el formalismo en el arte; no importa si eso ocurre a través de las premisas neo formalistas de la vanguardia europea, a la que acuden los rebeldes incendiarios. Maya Angelou, así, se asienta y corona una tradición que ya establece al poeta como profeta al que nadie escucha pero que es más el hipster que el loco de la baraja; una imagen patética, pues su belleza funcional consiste en una retórica seudo idealista con valor psicológico para esa auto ayuda que suelen necesitar constantemente los seres mediocres.  Su diferencia con caracteres ofensivos como el brasilero Paulo Coelho estribaría en que no canibaliza textos  ya establecidos y cree además que lo reflexivo en la literatura se refiere a ese inmediatismo existencial, simplismo por el que debió sucidarse; y no que fuera original ni siquiera en ello, que ya antes y más glamoroso Kahlil Gibrán saca a flote toda la tradición de la poesía, Rabindranath Tagore nos recuerda que hasta eso se puede hacer con más gracia y menos victimismo y los aónimos árabes que puede hacerse con palabras increíbles como la madreperla.
To KIndle

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