El banquete [frag.]
Es
curioso —musitó Foción—, siempre movemos el eje de Maya con nosotros, sin
preguntarnos si con ello no distorsionamos su órbita y con ella numerosos
destinos; ahora entiendo la afirmación cabalística de los treinta y dos
perfectos, pues cómo si no con ellos corregir constante la tensión de tanto
forcejeo. Soy el otro, el vacío del que va a ser y que se ha perdido en sí, es
decir, en mí mismo; mi nombre es Foción, que evoca vacío y honduras, el surco
que mata o al menos intenta acabar al árbol con sus propios pies, y me he
perdido abrumado por la sobrenaturaleza, que invoqué sin pensar que su nombre
era Jiribilla, la faz de Dios que nos trueca como un diablillo africano que en
definitiva es. Aquí estoy, pues he de esperar a que el que será sea por fin en
la materia sofronética, y aceptándome se erotice de tanta plenitud que disfrute
de mi amor; que es su propia sabiduría escondida, pues soy la oquedad del
universo que fabrica el vacío justo para que quepa. Tú, sin dudas, eres Fritz
el bueno, el incandescente, el más difamado de los castalios y probablemente el
único que era castalio de cierto; astro giratorio enamorado del satélite
misteriosamente a ti regalado; tu dios, el que te creó, a qué dudarlo, no era Dios
sino un demiurgo, pues sólo un usurpante puede recorrer los caminos de forma
inversa sin percibirlo; ya que la soberbia es como esos anteojos que uno se
coloca al revés para ver a los antípodas como antipáticos. Sí, tienes razón
—dijo Fritz—, soy el
Tegularius, el que más sufriera la caída de Castalia,
porque era la traición de Knetch, es decir, su desamor; como una liviandad que
desconoce el espeso dedo de Dios, que es Eros y se diluye a sí mismo en la sola
sonrisa de Psique.
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¡Qué
bien! —se regocijó Foción—, ¿pero, y perdona la insistencia, por qué era tan
importante lo del alma y el cuerpo?; tal parece que te hubieras librado de
todos los siglos transcurridos desde que los egipcios fabricaron con su arcilla
puntiaguda la palabra Ka; que es el gato, como el doble silencioso que nos vela
y casi habita en el más acá, para convertirse en el todo yo que somos después
del abismo en que ofrendamos nuestro despojo a la del viento…
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