The Prom, el musical
Una película musical con Meryl Streep,
James Corden y Nicole Kidman debería estar condenada a la excelencia; incluso serían
una magnífica base amable a estrellas en ascenso, como la Jo Elen. Sin embargo,
eso es cosa del pasado, cuando la industria se manejaba en Hollywood y no era democrática e
igualitaria; ahora los servicios de streaming han conseguido lo impensable,
empezando por el descenso de las más rutilantes estrellas al mero musical de
High School.
La pregunta del siglo que comienza es por
qué Meryl Streep aceptaría participar en un pésimo capítulo de Glee;
acaso no le alcanzaba para la renta, estaba atrasada con la letra de un auto, o
no le daba para la propina del jardinero. Tratándose de Meryl Streep, la
pregunta es seria, pues esta es la que amenazó con dejar Devil wears Prada
por unos pesos; y ahora simplemente deja que le desprestigien el nombre, con
ni siquiera un protagónico en sentido estricto.
Hay horrores de todo tipo, desde una
Ariana Grande plana e invisible a un Keegan Michael aguado y sin gracia; y ya
eso es demasiado, pues se trata de un comediante probado, capaz de revitalizar
un viejo pujo con sólo un gesto. Esta película consigue esas cosas impensables,
como que uno apriete el skip justo en los números musicales; de veras, no se
enteraron de que un musical no rellena un tercio con baladas, pues no hay letra
ni coreografía para tanto sentimentalismo.
Ver |
También, los clichés sobre la estilización
de Bob Fose, que lo deben tener revolviéndose en la tumba; pero no más que las
revolturas del pobre director de Chicago, mal copiado en la edición
hasta el ensañamiento. La película es insuperable en los lugares comunes de
corte existencial, porque es con discursos; en una escena para la vergüenza, la
Streep y Cordan intercambian catarsis, con un patetismo mayor que la producción
misma.
Esto se veía venir desde el desastre de Cats,
pero parece acelerado por un progresismo desalado y sin tacones; en una caída que
se agrava exponencialmente, por el absurdo de las productoras en este descenso
al streaming populista. The Prom comienza con una secuencia, en la que al final
acusan a los artistas de ser narcisistas decadentes; y la verdad, nunca un
musical fue tan realista en su discurso y factura, como otro peligro que se
cierne sobre nuestra realidad.
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