Saturday, January 16, 2021

The Prom, el musical

 

Una película musical con Meryl Streep, James Corden y Nicole Kidman debería estar condenada a la excelencia; incluso serían una magnífica base amable a estrellas en ascenso, como la Jo Elen. Sin embargo, eso es cosa del pasado, cuando la industria se manejaba en Hollywood y no era democrática e igualitaria; ahora los servicios de streaming han conseguido lo impensable, empezando por el descenso de las más rutilantes estrellas al mero musical de High School.

La pregunta del siglo que comienza es por qué Meryl Streep aceptaría participar en un pésimo capítulo de Glee; acaso no le alcanzaba para la renta, estaba atrasada con la letra de un auto, o no le daba para la propina del jardinero. Tratándose de Meryl Streep, la pregunta es seria, pues esta es la que amenazó con dejar Devil wears Prada por unos pesos; y ahora simplemente deja que le desprestigien el nombre, con ni siquiera un protagónico en sentido estricto.

Hay horrores de todo tipo, desde una Ariana Grande plana e invisible a un Keegan Michael aguado y sin gracia; y ya eso es demasiado, pues se trata de un comediante probado, capaz de revitalizar un viejo pujo con sólo un gesto. Esta película consigue esas cosas impensables, como que uno apriete el skip justo en los números musicales; de veras, no se enteraron de que un musical no rellena un tercio con baladas, pues no hay letra ni coreografía para tanto sentimentalismo.

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Por el camino, otros horrores, como el elogio de las piernas todavía largas para ya fláccidas de la Kidman; o unos close up super crueles, que se habrían justificado en una película de horror, pero no en un musical ligero. Hasta el pobre Andrew Ramells, por fin tocado por el glamour y la fama, resulta humillado en esta mala ironía; como un llamado al retiro final, a menos que ocurra un milagro, de esos que no ocurren en industrias democráticas e igualitarias.

También, los clichés sobre la estilización de Bob Fose, que lo deben tener revolviéndose en la tumba; pero no más que las revolturas del pobre director de Chicago, mal copiado en la edición hasta el ensañamiento. La película es insuperable en los lugares comunes de corte existencial, porque es con discursos; en una escena para la vergüenza, la Streep y Cordan intercambian catarsis, con un patetismo mayor que la producción misma.

Esto se veía venir desde el desastre de Cats, pero parece acelerado por un progresismo desalado y sin tacones; en una caída que se agrava exponencialmente, por el absurdo de las productoras en este descenso al streaming populista. The Prom comienza con una secuencia, en la que al final acusan a los artistas de ser narcisistas decadentes; y la verdad, nunca un musical fue tan realista en su discurso y factura, como otro peligro que se cierne sobre nuestra realidad.



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