Esta película es interesante por más de una
razón, y la primera puede ser porque rompe el cliché del cine latinoamericano;
más eficiente en eso que al arrebato de la Generación Mac’Hondo contra el
Realismo Mágico, que terminó en el Crack. Es también interesante que esto
ocurra en el cine y no en la literatura, tal vez como signo de los tiempos; que
se mueven a un tipo de reflexión más flexible, y en ello más difícil de
manipular con discursos extra estéticos. Los iniciados rompe con todo, y
brinda el drama gótico de una serie de novelas gráficas, reteniendo su
estética; que si bien maniquea como el carácter binario de la realidad, no
desconoce las borrosas líneas de la profundidad existencial.
Como crítica, puede achacársele la recurrencia
del tono (Orange/teal) que satura toda la cinematografía contemporánea;
rebajándola al nivel de video aficionado con estas recurrencias, que pierden
impacto con la repetición gratuita. Además de eso, un elenco diverso con
actuaciones desiguales, que depende —puede que excesivamente— de la
plasticidad; pero en ese mismo sentido, hace lugar para uno de los duetos más
maravillosos del cine contemporáneo, entre el grande Andrés Parra y el no menos
inmenso Jorge Cao.
De hecho, Cao no aparece en el primer tercio de
la película, pero su presencia ominosa pone una barrera alta; que él llena fácilmente
con serenidad con su primera aparición, para sentar la pauta dramática en
apenas su segunda escena. A esas alturas, ya Parra ha hecho gala del
histrionismo que se le conoce, y deja claro que se trata de un ballet escénico;
con un nivel al que no pueden llegar otras figuras, dada la brusquedad con que
se han dibujado estos dos perfiles, como en un Caravaggio. Las otras
actuaciones son desiguales y ciertamente incidentales, como descuidadas frente
a la excelencia de los protagonistas; con jóvenes que poco puede ofrecer aparte
de la frescura —bastante impostada— y el idealismo natural al drama.
La naturaleza gótica del drama y su procedencia
de la novela gráfica no es una metáfora referencial, sino un dato real; el
guionista, Mario Mendoza, es un escritor de ese género, que fusiona en esta
libreto tres de sus series gráficas; y el director, Juan Felipe Orozco, tiene a
su haber una película de terror del 2006, con el título de Al final del
espectro. Probablemente ese origen explique la tensión concentrada en el
protagonista y su némesis, como una característica; pero olvidaría que el cine
tiene otro lenguaje, con una profundidad y perspectiva que desconocen la
inmediatez de la novela gráfica.
No importa, como conjunto la película se salva
por su equilibrio, compensando estas carencias con el libreto; que si bien
mantiene ese maniqueísmo de la lucha entre arquetipos de bien y mal, lo hace en
un escenario amplio. En todo caso, vale la pena respirar la madurez estética de
un cine que rompe con las expectativas de lo latinoamericano; aunque puede que
sea por eso que sólo llega a través de una distribuidora alternativa —aunque
poderosa— como Amazon. No importa, pues para eso existen las alternativas, para
poder saltarse las convenciones y establecer otras nuevas referencias; y si la
plataforma tiene el poder para facilitar eso pues mucho mejor, que tampoco se
trata de una rebeldía infantil, sino de plena madurez.
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