Frantz Fanon contra la Negritud, la máscara
Para empezar, es imposible un anti-culturalismo que no
participe del culturalismo que se critica, como su determinación; baste para la
sospecha el elogio de Jean Paul Sartre, el blanco que racionaliza la poética de
Senghor, subordinándoselo. Igual que con Senghor, Sartre se apodera de Fanon en
el prólogo a Los condenados de la tierra, imponiendo su exégesis; que
responde a ese falso universalismo de la determinación política, a la que
reduce al Marxismo incluso desde lo económico.
Como en un acto de burlas (¿MogiNganga?), Fanon viste la
máscara negra sobre el espíritu blanco del Marxismo; y da lecciones —bien que
poniendo el cuerpo como praxis neocrística— de cómo los negros no deben ser
negros sino proletarios. Desgraciadamente, Fanon no cuenta con la referencia
del liberalismo inglés, que da alcance existencial a W.E.B. Du Bois; toda su
vida es de una praxis pura, que no le permite asomarse a los paradójicos muros
de la historia, sino sólo padecerla, a sus pies.
De ahí su entusiasmo poético con el segundo verso de La
internacional, que todavía conmueve hasta a sus víctimas; más aún a una
sensibilidad revolucionaria y práctica, no intelectual, que se agota en la
experiencia del más puro existir. El error está en darle connotación
intelectual, al gemido del esclavo que no logra cimarronearse, creyendo en el
contra mayoral; ese Sartre de Marxismo ladino —no teórico sino político—, como monje
que hilvana sutilezas teológicas sobre la virginidad mariana.
Fanon tiene sin embargo un valor capital, potenciando la
densidad hermenéutica, aún necesaria, al contradecirla; una función que se
torna más amable en ese seudo culturalismo anti culturalista suyo, en vez de la
aridez política de Depestre. Después de todo, Fanon no discursa a los
condenados de la tierra sino a sí mismo, como otro más entre ellos, esperanzado;
mientras Depestre participa de ese elitismo de la burguesía mestiza haitiana,
sin el nivel de praxis que exhibe Fanon.
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