Leopoldo Sedar Senghor, o la contracción hermenéutica de la cultura occidental
Esto es lo que resuelve el pensamiento religioso, en su
principio práctico, organizado en un cuerpo mitológico; por el que representa
en sus dramas cósmicos una comprensión de lo real, en relación con la cultura
específica de que se trate. Esa peculiaridad sería entonces común a todas las
culturas, resolviendo la proyección de lo humano como real, en su expresión
política; pero también susceptible de distorsión, por la sobreposición eventual
de esa expresión política, como determinación; y que ocurriría con el
desarrollo inevitable de esta expresión, en la base de su práctica existencial,
como religiosa.
El problema con esta peculiaridad sería en la función
política que adquiere esa práctica filosófica, al suplir la religiosa; con
convenciones como el poder, en una hermenéutica de carácter abstraccionista,
que permite su aislamiento económico. Esto habría provocado la sobredimensión
política del poder, como un problema de esa cultura, más que en cualquier otra;
ya que en las otras carecería de esta naturaleza abstracta, que permite su
manipulación ideológica, como centro de su ontología.
El Ser sin embargo no es aislable, ni siquiera en su
condición individual, haciendo que esa nomenclatura sea problemática; al punto
de confundir a las tempranas escuelas del realismo árabe, tratando de ordenar
la determinación de la substancia de Aristóteles; cuya propia condición es la
simultaneidad, incluso en la otra condición diacrónica de estas
determinaciones. Esta es no obstante compatible con el excepcionalismo
cuántico, conciliando hasta las dudas de Einstein en un determinismo moderado;
tratando a lo real no ya en la abstracción convencional de una naturaleza, como
extensión, sino como condición de los fenómenos, en su realización puntual.
De esto es de lo que trata la contracción de Senghor con
la Negritud, como crisis probablemente final de esa tradición; de la que participa,
en su paralelismo a la emergencia hermenéutica de la ciencia, como de un
fisiologismo postmoderno. Por eso, su reconocimiento de la función especial del
arte negro carece del sentido platónico que tiene en W.E.B. Du Bois; pero
permite la conciliación con su eficiencia ontológica, al proveer el marco
hermenéutico que necesita en su existencialismo. Du Bois es así el Hegel de la
ontología negra, haciéndola inmanencialista, y Cornel West el Heidegger que lo
explica; Senghor es entonces el Marx que le da alcance político, desde el
sentido antropológico del haitiano Jean Prince Mars; todos en esta contracción,
que culmina la tradición hermenéutica de occidente, en el Nuevo Pensamiento
Negro.
[1] . Cf: Del pensamiento estético en W.E.B. Du Bois y el Renacimiento de Harlem,
en Del cruce del Niágara al Nuevo Pensamiento Negro, Kindle 2021.
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