Digresiones de lo negro en Cuba
Eso no es una perspectiva romántica de la cultura
esclavista cubana, al estilo del racismo benigno de su burguesía; sino el
reconocimiento de sus diferencias funcionales, que determinan la singularidad del
desarrollo político. Ahí es que debe enfatizarse el carácter burgués de ese
racismo, mimetizado en su subcultura pronorteamericana; asustada del
crecimiento de una clase media cada vez más mestizada, y con pretensiones
políticas propias.
Tampoco hay que confundirse, el racismo benigno puede ser
más nocivo que el virulento del sur norteamericano; al condicionar al negro,
como objeto pasivo de la sociedad, privándolo de sus propios recursos reflexivo-existenciales.
Esto puede no ser culpable, en tanto subconsciente, producto de las distorsiones
culturales de su propia clase política; y un ejemplo estaría en la comparación
persistente de la liturgia afrocubana —desde Fernando Ortiz— con la
representación teatral[2];
un lugar común, que parte de la racionalización de la reflexividad de la
cultura, en función de la representación simbólica.
Eso, por ejemplo, no fue posible en Estados Unidos ni en
Haití, con sus respectivos desarrollos de sentido inverso; y frente a los que el
mestizaje cubano es una posibilidad existencial, de alcance incluso universal y
humanista. Para eso sin embargo, hay que adecuar los referentes históricos, en
sus determinaciones sobre la cultura; cuya expresión se frustra políticamente, justo
por esta dificultad del trascendentalismo histórico, que aún subordina a lo
negro.
La contradicción se deberá entonces a esa sujeción del
negro al mito fundacional de la nación, que es de su burguesía; y traspasada a
la clase media en las turbulencias del período republicano, y con esta a la
ideología revolucionaria; atribuyendo a la estructura colonial sus propios
vicios, camuflados en el falso clasismo de su expresión política. De hecho, es
el carácter seudo burgués de esa clase media blanca, la que perpetúa este
racismo, ya a veces ni tan benigno; cuando aquella burguesía original ya era
seudo aristocrática, haciendo de la inconsistencia el vicio mayor de nuestra
cultura.
[1]. Cf: La Sociedad abakua, los hijos de
Ekpe, Editorial Ciencias Sociales, Cuba 2017, pp. 17-21
[2].
Cf: Op. cit., p 30 ss.
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