Dogma - II
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Como interpretación de la realidad, el Idealismo no se confunde con su
objeto, pero lo reduce a un aspecto formal de esta; excluyendo todo aquello que
no le interesa como este objeto propio, como son los problemas no políticos en
la Modernidad. Ese es el problema con este espectro hermenéutico, no en sus
principios mismos sino en esta realización moderna; que siendo concreta,
consiste en la interpretación de la historia en función de legitimar postulados
políticos concretos.
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Esa sería sin la razón de que estas filosofías se planteen al individuo
subordinado como ciudadano; en una posposición que, al no resolverse en la
hermenéutica, quedará fijada como canon imperativo de su aparente necesidad
(Kant). Esta interpretación es entonces con un sentido dado, como legitimación
trascendente de un postulado político; que es la característica de las filosofías
modernas, determinadas por la contradicción política en que ocurren. Eso las
diferencia de las filosofías premodernas, cuyos problemas no eran directamente políticos
sino religiosos; repercutiendo en la política, pero no por una determinación primeramente
económica, como en las modernas, por la emergencia de la burguesía.
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Es con la primera apoteosis de ese desarrollo, en el Racionalismo
cartesiano, que se da este otro; resultando en el establecimiento de ese
espectro hermenéutico idealista, desde su tensión formal entre materia y
espíritu. Esa tensión se habría incorporado en la transición de la antigüedad
al bajo medioevo, desde el Maniqueísmo; en las discusiones por las que el
agustinismo organiza la patrística, dando forma a la cosmología cristiana.
Por eso, las filosofías modernas van a tener connotaciones
trascendentalistas, pero su naturaleza será inmanentista; con una apoteosis en
el positivismo, que va a determinar una organización última de ese espectro. Es
en ese sentido que quedaría establecido, al menos en sus principios, ese
espectro hermenéutico del Idealismo; dado por la tensión entre sus tendencias
espiritualistas y materialistas, como comprensión de una determinación primera
de la realidad.
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Eso lo había resuelto Santo Tomás, con El Ser y la Esencia como
máxima abstracción posible; que no llegando nunca a la forma en sí, no admite esa
comprensión parcial de lo real sino en su conjunto total y sistemático. El
problema idealista es este conceptualismo, que no comprende esta totalidad
sistemática de lo real; no importa que su apoteosis durante la Modernidad fuera
natural, como desarrollo lógico del inmanentismo.
Es ahí donde se impone romper esa burbuja hermenéutica, con su falsa
universalidad; para preparar los instrumentos reflexivos con que comprender estos
postulados de las ciencias, en ese acceso al otro aspecto de lo real. Cuando los
santos Tomás y Alberto reintrodujeron el Realismo, el dogmatismo agustinita logró
subordinarlos en la Escolástica; que es la que decae hoy, en la incapacidad de
las Universidades que modeló, para desarrollar la instrumentalidad de esa otra hermenéutica.
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