El exceso de Aristóteles
No importa que en su ajuste del Idealismo
platónico Aristóteles inaugure la otra eficacia del Realismo, es todavía un
filósofo; su comprensión response a la necesidad de la filosofía y no a la
facultad misma de la reflexión estética, y en ello va a subordinarle la otra
eficiencia de la analogía. No es tan simple tampoco, la analogía es la
naturaleza misma de la reflexión, independiente de su especialidad; es decir,
antes de bifurcarse en el sentido meramente existencial que le es propio, o la
gratuidad o la necesidad del arte y la filosofía.
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Al final, desde ese mismo precedente
Aristotélico, el peligro del arte ha sido siempre el funcionalismo lógico; que
termina por reducirlo de su facultad reflexiva a la función discursiva en esa racionalidad,
hasta en la victoria aparente del Simbolismo. Este es precisamente el mejor
ejemplo, por la incomprensión con que condenó la gratuidad parnasiana; que
aunque no explica su carácter intuitivo, respondía a esa compulsión en que
comprende a lo real en su trascendencia.
No se trata de que tuviera sino que podía
hacerlo, como esa facultad propia incluso de lo real en su suficiencia; como si
Dios se contemplase a sí mismo en el espejo del mundo, que sólo cobra
consistencia y puede sostenerse en esa tensión. Hoy, a lo largo de la decadencia
moderna que es la postmodernidad, el arte occidental carece de la irracionalidad
del rapsoda antiguo; y se aleja de las tradiciones bárbaras, que nos legaran los
clásicos en sus fantasías como representación de la realidad.
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En efecto, la necesidad marca la relación
entre elementos inseparables, la propiedad los organiza en la unidad; por la
que subordinándose uno al otro, no tiene una relación con eso otro sino que lo
constituye y le toma la consistencia. Así, paradójicamente, desde Aristóteles —y
hasta por Aristóteles— el arte puede no ser realista, incluso como error; dando
pie a las aberraciones vanguardistas, que pueden plantearse la rebelión, porque
no es contra la realidad sino contra una postulación suya.
El problema radica en esa sustitución de
la realidad por su postulación, que subsiste hasta la hecatombe de los
universales; como una trampa, que sólo serviría para desaguar la entrada
triunfal del realismo en los esfuerzos de Tomás y Alberto, con una discusión
banal. De Oriente viene siempre la adición que corrija el exceso occidental, desde
Pitágoras gritando que todo es número; a ellos les sirve para mantener en la
gratuidad potestativa se sus extrañas constituciones, salvajes y bellas; a
nosotros para el desarrollo lógico, como la otra fatalidad que nos confiere
otra belleza, no menos salvaje.
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