¿Antropología política u Oddún?
Hay un proceso muy llamativo en la formación de la religión afrocubana, concerniente a sus ritos de iniciación; que conocidos como de práctica mínima en el lugar de origen, adquieren una complejidad especial en Cuba. Sería el caso de la iniciación o consagración, que en Cuba se hace con la entrega de varios orishas; mientras que supuestamente en África se hacía con sólo dos, uno de ellos básico o general, y el otro de la localidad del iniciado.
Ese básico o general se refiere al vínculo con los antepasados, como base
para la espiritualidad de la persona; al que distinguiéndolo del de la
localidad, que lo identifica como su cabeza, se le conoce como sus pies. Se
trata entonces de una iniciación mínima de cabeza y pies, conocida en Cuba como
santo parado; y que ciertamente provenía de África, pero como práctica de zonas
rurales, no de su totalidad[1].
En las cortes yoruba se habría iniciado un proceso de centralización, con
la consagración de una serie de Orishas; que procediendo todos de las
diferentes localidades, parecen obedecer así a esta expansión de un poder
central. Por supuesto, hay mil y otros procesos paralelos, que hacen de este
uno muy complejo y no simplificable; pero que puede explicar la imbricación de
los poderes político y religioso, en que el príncipe podía fungir como máximo
sacerdote o tenía ese valor.
El resultado final, en ambos casos, es una estandarización de las prácticas
existenciales, a través de la cultura; que se revierten en una reorganización
política de la sociedad en general, centrada por el poder metropolitano del
rey. No sería casual que en esta dirección, el culto central en Oyó sea el de
Shangó, basado en un rey histórico; que desplazando el de Obatalá a un poder más
absoluto de intercesión con Dios, legitima el poder de Shangó en su origen[2].
Hoy en día se apela a la identidad, como principio de singularidad cultural
pero no de individuación; descreyendo de la cultura como un proceso de
racionalización práctica, que tendría valor existencial. Esto explicaría el
diferente desarrollo de las culturas en un sentido universal, al que se
dirigirían todas; en un proceso de evolución más o menos accidentada, comenzada
con la vieja práctica de la expansión colonial.
Eso quizás nos pacifique a todos, reconociéndonos en esa naturaleza común y
humana de la cultura; como una práctica general con sentido propio, en la que
cada uno encuentra su propio sentido individual. De ser así, no habría vergüenza
en que otros hayan tenido mejor suerte o recursos en la misma carrera; que nos
beneficia a todos y nos reconoce la misma dignidad, no importa el papel que
jugamos en esta.
[1] .
https://negracubanateniaqueser.com/2017/11/20/agba-lagba-un-acercamiento-a-las-iniciadoras-de-la-regla-de-ocha/
[2] . El concepto de panteón un yoruba es
relativo, ya que la religión de Osha no tiene dioses propiamente dicho; sino
energías cosmológicas propias de las personas (orí,
cabeza), sujetas a un proceso de representación antropomórfica. Esto habría
ocurrido en una segunda generación del panteón, cuando se sincretiza con personajes
más o menos históricos; las correspondencias principales serían de Shangó con
Yakutá, Yemallá con Moja Elewi (shorturl.at/hzEHU ), etc.
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