Saturday, March 19, 2022

En el aniversario de Georgina Herrera

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El 23 de Abril será el un aniversario de Georgina Herrera, y es probable que dejen a Roberto Zurbano a cargo de alguna celebración; después de todo, ya tuvieron esa insensibilidad con la presentación de su documental, después del desplante de su maternidad con su muerte. No obstante, igual que esa arrogancia e insensibilidad institucional, la obstinación del ofendido va a reclamar por el atropello; y día llegará en que —desechados ya otra vez por esas mismas instituciones— los negros cubanos tengan que enfrentar su poca dignidad y desvergüenza.

Lo que Zurbano mostró a la muerte de Herrera, es la falencia con que el problema negro cubano desagua su legitimidad; cambiándose por los espejismos de una visibilidad, precaria en tanto condicionada por una obediencia que ni se preocupa por la fidelidad. Pensar que esas instituciones no saben de esa vaciedad tan moral como política, es subestimar a las dos partes de esa pugna; como ilustración de la torcedura que todos infligen a la cultura cubana en general, y a sí mismos como parte de ella.

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Ya esas instituciones probaron al mismo Zurbano su propia precariedad, cuando se atrevió a un tímido “con permiso”; y es absurdo no ver que esa amenaza se mantiene sobre su cabeza, aunque eso signifique que pase su humillación sobre otros negros, con ínfulas de contra mayoral. No obstante, aunque protegido por ahora en esa aparente invulnerabilidad de su gobierno, día llegará —como para todo— en que su abuso salga a la luz; terminando por perder la poca legitimidad que aún pueda aparentar, y que —como el aché— sólo yace falta tenerla para perderla.

Claro que todo eso se puede evitar, con el buen tino de un bajo perfil, que diluya su manipulación y prepotencia; aunque eso es poco probable, no sólo por su propia soberbia, sino también por el empuje de esa cultura política e institucional que lo empujan. Eso, de todas formas, es lo que un día va a caer, como todo en esta vida, sujeto a la esclerosis con el tiempo; dejándolo expuesto y desvalido, con todas sus vergüenzas y desvergüenzas al aire, que es por lo que mejor optaría por un bajo perfil.

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Después de todo, no hay universidad en todos los Estados Unidos con muros que no pueda cruzar la prensa; sobre todo si el origen de una historia está fuera de ellas, como en este caso que hasta lastra el caso negro cubano. Este daño no es únicamente político, sino también onto y antropológicamente, haciéndolos irrecuperables; porque más allá de ese interés está la viabilidad práctica y existencial, con que todos ellos deben verse la cara en sus propios espejos.

Incluso cuando, dañado por el peso ideológico, toda esa prostitución logre imponerse y salirse con la suya; aún ahí sólo estaría evidenciando su debilidad, que por ser estructural sería lo que los hace irrecuperables. No por gusto, en refrán religioso, una de las más temibles diosas advierte que a veces el que gana pierde; aunque sólo sea porque pierde la dignidad personal, que es la única falta que no perdona un dios.

Monday, March 14, 2022

Oppiano

 


Thursday, March 10, 2022

Roberto Zurbano y Georgina Herrera, otra vez y para siempre

La relación de Roberto Zurbano con Georgina Herrera es emblemática de la institucionalidad cultural cubana, a la que refleja; también del precario equilibrio de los negros en esta, como el segmento poblacional más expuesto a sus contradicciones. En ningún caso se trata de un saldo positivo, sino violento, por la manipulación sistemática en que se determina; que s grave como relación entre la abstracción de las instituciones y la realidad individual, pero es además escandalosa e insufrible tratándose de negros contra otros negros.

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Es así como un momento glorioso, en el reconocimiento institucional a la grandeza de Georgina Herrera, se ve disminuido; con su presentación a cargo de la vulgaridad y falta de nobleza de Roberto Zurbano, que en —en sacrilegio a esa precaria humanidad que él conoce de los negros cubanos— se presta a la manipulación; pretendiendo negar a esa gloria que fue la escritora, la otra mayor de su maternidad, con la manipulación. Esposa de Manuel Granados fue también la madre de su hijo, que en el exilio la expone a esta contradicción; algo natural a la historia de violencia sobre la familia del gobierno cubano, que en su vulgaridad trata de resolverlo con la negación total.

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El problema de Cuba es con la realidad, porque esta es más compleja que la simpleza de sus pretensiones políticas; así esta realidad, en la persona de Georgina Herrera, tiene un vínculo indisoluble con la contradicción política del país. De ahí esa manipulación siniestra, con que trataron de fabricar una falsa filiación de madre/hijo con Zurbano, como el negrito brillante; que como todos los negros condicionados por el elitismo institucional, se aprestara a hacer lo que pidiera el amo blanco, que no otra cosa es la dirección cultural del país. Los resultados son conocidos, en el aquelarre seudo simbolista en que se despidiera a la escritora con su muerte; pero que encima de ese escándalo, sea Zurbano el encargado de presentar el documental en que se la homenajea en su estreno, es añadir sal e insulto a la ya ofensiva herida.

De nada de esto hubo necesidad, como no pueden saberlo, condenados al patetismo de simular la trascendencia; y tan malo como esto, es que eso se lo inflijan negros a los negros, con esa perversión mayor de la gratuidad. Ese es el problema con Zurbano, pero como mero reflejo que representa el panorama total de esa negritud; tan lastimosa que ni se puede gozar de dignidad, una virtud que no puede ser concedida, porque emana de la propia personalidad. Ahí está el secreto del azoro con que rechazan a otros negros, por sus acercamientos peligrosos a la realidad; que va a desbordar siempre el molde estrecho de su manipulación —siempre la manipulación— por el estado cubano.

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Pero aunque ellos vivan amedrentados en la dotación, fuera de Cuba los negros se lidiamos de otra forma con la impotencia; y podemos gritar las cosas con todas sus letras, recordándoles a ellos la cobardía con que se prestan a esos juegos. Puede parecer que no pesa, pero por sordo que sea el grito permanece ahí, y alguien habrá que lo vea; alguien que va a recordar que la primera versión de ese adefesio que es Cimarroneando se llamó Gritos; y que fue un precioso libro artesanal, editado por el hijo de Georgina y Manuel, con el peso real del acercamiento entre madre e hijo.

Zurbano y todo lo que lo sostiene, hasta con el silencio culpable, debería abstenerse de esa arrogancia sin sentido; porque va a llegar al día en que su desvergüenza va a relucir, por sobre ese silencio de los que ahora le rodean. Igual no importa más allá de la prudencia personal, porque ya los negros cubanos han echado sobre sí esta desvergüenza colectiva; sobre todo aquellos que se preciaron del afecto de Georgina Herrera y Manolo Granados, el improbable matrimonio que prueba que la realidad es más densa y hermosa que esa impiedad de los negros cubanos.


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