Sobre
el caso Alcántara, ahora las mismas élites que lo dejaron sólo lo esgrimen en interés
propio; no es casual que estén mayormente integradas por blancos, siquiera
funcionales, ni que lo blandan igual de distantes. Lo usan para deslegitimar el
discurso de los movimientos negros norteamericanos, a los que reclaman la solidaridad
con el régimen cubano; pero con la misma manipulación que atribuyen al elitismo
liberal sobre esos movimientos, como mujeres que se ripian por un zapato nuevo.
El
movimiento negro norteamericano tiene sus problemas, tal y como esos exiliados
cubanos que los critican; harían mejor en ocuparse cada uno de los suyos, con
lo que incluso podrían resolver el otro que los ocupa. En efecto, ese exilio
tradicional es el culpable del apoyo de los negros norteamericanos al gobierno
cubano; al mantener la marginalidad de los negros cubanos que se atrevan a
exhibir cierta independencia de criterio entre ellos, sin plegarse a su favor
condicionado.
El
grupo doblemente marginal de los negros exiliados cubanos podrían haber ganado ese
ascendiente; que corrigiendo un problema histórico cubano, podría haberse revertido
en una solución definitiva para los problemas comunes. En vez de eso, han preferido
dedicarse a su propia trascendencia individual, asegurados a la suficiencia moral
de su causa; olvidan que como el aché, lo único que hace falta para perderla es
tenerla.
Luis Manuel Alcántara no ha muerto aún y ya los
carroñeros le circulan, tratando de arrancar la primera
tira; tal y como hicieron con Osvaldo Payá y Laura Pollán, que murieron
víctimas del gobierno pero también de su soledad. En efecto, si el gobierno
cubano fue agresivo y cruel, la disidencia organizada en Cuba no es menos
culpable; cuando se destaca una figura capaz de nuclear en la identidad los
intereses generales, quedan solos y expuestos a esa impunidad.
Es una
disidencia que clama por la salvación del pueblo, con el mismo distanciamiento
del Salvador tradicional; algo que ya el pueblo cubano conoce y ha sufrido lo
suficiente, como para mantener la misma distancia. Desgraciadamente los cubanos
en general no gustamos de la historia, que tanto podría enseñarnos; como ese
cinismo del pueblo, al que constantemente acusan de cobarde y corrupto, como si
eso contribuyera en algo.
Primero,
es incomprensible esa dialéctica, por la que alguien espera el reconocimiento ofendiendo;
pero además, como si no se tratara de una proyección, que la gente real en la
vida real puede oler muy bien y a distancia. De ahí esa falta de ascendiente
popular, remarcada por la práctica que tienen de dedicarse a prosperar y
otorgarse premios entre sí; dejando en la palestra a la gente que tiene que
poner la carne de cañón, como siempre ha sido y parece que siempre será.
El cinismo
del pueblo cubano es la misma prudencia que alejara a los negros de la política
republicana desde la masacre de 1912; dejando sólo unos pocos creyendo en la
ingenuamente en el partido comunista, ahora desembozado como más de lo mismo.
Esa desconfianza inicial es la que muy pocas veces se ha tratado de enmendar,
con el resultado de esos mártires; que no son sólo víctimas del gobierno, sino
(como ya se dijo) de esa soledad de corredor de fondo en que lo dejan.
Ciertamente,
nadie tiene el derecho de reclamar lo que no hace por sí mismo, pero al menos
sí el de protestar; al menos como reacción ante ese vicio, que se repite las
mismas determinaciones del estancamiento. El revival de la disidencia lo trajo
el Movimiento San Isidro, colgado de la marginalidad de sus miembros; no del
deseo aparente de integrar las filas institucionales, da lo mismo si oficiales
que disidentes, sino en la espontaneidad.
Es por
eso por lo que, no más emigran (sobre lo que no diré nada) caen en los grupos depredadores
del exilio cultural; que los toma como token, para exhibir su diversidad
condicionada, mientras cobran sus propias subvenciones gubernamentales. Sobre
eso mismo, todos esgrimen la necesidad de la subvención, sin dares cuenta de
que por ahí mismo entra la fuerza que los corrompe; no sólo por la conseja
bíblica de los dos patrones, en que uno roba la atención y el esfuerzo del otro.
Seja o primeiro a comentar
Post a Comment