El revés de un reino
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La tentación sería comparar la suerte de este
librillo con Juan Salvador Gaviota o El pequeño príncipe, por el tema; pero eso
es engañoso, porque aunque centrado en la profunda humanidad de los problemas,
El revés de un reino no es infantiloide. Ese sería incluso su mayo encanto, al
no dejarse arrobar por la belleza fácil de una ternura, que en realidad camufla
el sermón; que es lo que distingue a esas obras, con todo y sus méritos, igual
de ineficaces como el rigorismo cristiano en que se fundan.
El revés de un reino es distinto, apuntando
con la aparente ingenuidad del esperpento a los mismos problemas; pero sin
sermonear ni dar lecciones de grandeza con falsa simplicidad, comprendiendo su
profundo sentido humano. Tras esta eficacia late la experiencia teatral del
autor, que viene de librar las batallas de la vanguardia cubana; cuando esto
significaba sortear la censura, sin que ello significara que se podía eludir el
enfrentamiento; es decir, un magnífico pulso para sostener las tensiones y
administrar la contesta, haciendo que la lectura sea valiosa.
El revés de un reino así consigue imágenes
felices, que alivian con ligereza mientras parodian la realidad; hablando así
al centro humano por el que todos participamos de nuestra debacle. Nunca se va
a enfatizar mucho este detalle, porque es el que marca la diferencia de la
eficacia; en el sentido de que al no apelar al infantilismo dulzón, supera la
inconstancia del sentimentalismo, y mantiene el diálogo sereno.
Por supuesto, ya en un sentido más
especializado, hay que volver al don del teatro, porque se trata de un
esperpento; con la otra dificultad de ser resuelto en la literatura y no las
tablas, con la doble dificultad que eso representa. En verdad, la inmediatez de
las tablas y sus otros recursos, tanto visuales como sonoros son armas del
teatrista; que añadiendo profundidad también constriñen a una mayor inmediatez,
contrario a la mirada larga y templada que exige la literatura; en la que el
lector no cae en trampas de efecto inmediato, que sin embargo no le harán falta
en este texto excelente de Zaldívar.
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