El problema con BLM y la oposición cubana
Eso sería incluso más grave, si se tiene en cuenta el nivel de mestizaje y
la proporción de población negra en Cuba; que contrario a los Estados Unidos, aunque
todavía racista en su estructura cultural, era integracionista, no
segregacionista. Sin embargo, es una contradicción aparente y superficial, que
se atiene al juego marcado por el gobierno cubano en esa proyección internacional;
en la que los negros vuelven a ser las víctimas, esta vez de una ideología que
se ha caracterizado por usarlos siempre como pieza de cambio.
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Tanto el exilio como la oposición medio organizada en Cuba son culpables de
este desdén, que los sólo les devuelven; porque hasta ahora han sido cómplices,
callando ante la incapacidad de los Estados Unidos para resolver sus problemas
raciales. Más escandalosamente aún, han secundado la negación viciosa de todo
problema de este tipo, a pesar de la evidencia en este sentido; incapaces de
reconocer incluso el ascendiente racista en su propia tradición, que no por
menos virulento es menos cierto y doloroso.
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Pero por parte de ese exilio cubano y la oposición medio organizada en
Cuba, está el enfrentamiento constante; que antes que la empatía ante estos
reclamos, ha optado también por la solución de los tres monos, incluidos o
especialmente sus negros. Es apenas natural que los negros norteamericanos se
identifiquen con la retórica falsa del comunismo cubano, porque ellos mismos
son presa de esa retórica; los cubanos, tanto del exilio como de la oposición
medio organizada, hemos perdido en la misma estupidez la misma oportunidad para
el desarrollo político.
De eso, desgraciadamente, ninguno podrá culpar al gobierno cubano, que en
su cinismo sólo se ha aprovechado; y en eso ha sido más consistente que toda su
oposición —medio organizada— y exilio, que sólo le siguen el juego. Antes que
utilizar las partidas estadounidenses para la democracia en este tipo de
proyecto útil e inteligente, los cubanos han preferido usarlas para alimentarse
el ego; no que no sea legítimo, sino que sigue siendo el juego sucio del mismo régimen
al que dicen oponerse, pero del que parecen sus mejores soldados.