Thursday, February 16, 2023

Defensa de Martin Heidegger

El profesor no ha  decretado la irrelevancia del divino de Baden-Wurtemberg, lo tilda de surrealista poco talentoso; y antes de saltarle al cuello por la irreverencia, debe recordarse que aún se acusa a Hegel con los mismos epítetos. Pareciera que la base irracionalista del negativismo alemán excede toda comprensión, lo que es comprensible; en definitiva, por más que lleve al Idealismo a su apoteosis, no es una tradición sino una reacción, explicando su negatividad.

Sólo que —¡oh, paradoja de duros dedos!— debe recordarse que todo lo que existe exhibe alguna positividad; porque lo negativo es la condición substractiva que modifica toda existencia, no alguna forma de consistencia. Así el negativismo alemán, como la figuración matemática que recrea —es idealista— aludiría en verdad a otra condición; que distinta de la positiva sería de extrapositividad, propia de ese condicionamiento de lo positivo, y distinta de esto como los principios que lo rigen en la constricción.

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El negativismo alemán —y Heidegger como su epítome— aludiría así a esa condición incomprensible al racionalismo; estableciéndose entonces como irracional, no porque responda a la falsedad de la dicotomía, sino como otra racionalidad. Una racionalidad también propia de lo inmanente, pero en su condición de trascendente, en lo de suyo trascendental; intuición ardua, inalcanzable en su extrapositividad  a una epistemología establecida en la racionalidad positiva.

No es por gusto que donde mejor aflore esta intuición sea en el arte, con ese escándalo del Sturm Un Drang; que explica al surrealismo, encaminando esa acusación al de Baden-Wurtemberg, como prueba en manos de profesor. Pero es precisamente el surrealismo —en tanto arte— lo que puede plantearse la necesidad de una hiper metafísica; no una filosofía que ya se dirige a la muerte, perdiendo la lozanía de los diálogos enjundiosos en la aridez argumentativa.

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Deténgase alguien en este momento, en que Dios muestra su espalda a Moisés(Ex. 33-12-23), semejante sensualidad; una revelación de los secretos más hondos del cosmos, como un sentido primero y último de la vida. Es el momento en que tras la Summa Teológica que aún asombra, Santo Tomás descubre que sólo ha escrito paja; Alfred Jarrys postula la patafísica, como ciencia de la excepcionalidad, y Heidegger comprende la verdad del Dasein.


El arte no es una actividad secundaria, sino que está en la base misma y desarrollo de la experiencia de conocimiento; y en su eficiencia desarrolla las intuiciones extrañas a convencionalismo hermenéutico de la filosofía, porque puede. De ahí que la cultura popular sea la que resuelva una comprensión eficiente del valor inmano trascendente de lo real; la pretensión que superó a la hiper especialización de Hegel, porque le faltó esa comprensión de la experiencia existencial

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Hegel no pudo resolver esa intuición suya, porque sólo podía acudir al trascendentalismo asentado por Kant; como Moisés observando el valle de Canaán, sabiendo que no entrará en él, pero solazándose en la gloria de Dios. Será por eso que el esfuerzo de Heidegger resulte sobre humano, y sólo tenga el valor negativo que lo produce; es decir, la extrapositividad de la consistencia indirecta, sintetizando la tradición, para que concluya en la paz de su fracaso.

Al postular el Dasein, Heidegger ha manifestado la insuficiencia de Hegel, y eso no es poco ni irrelevante o distractivo; es apoteósico en el mismo sentido asombroso que lo es Sócrates, al concluir la tradición sofística. Sin Sócrates no habría habido Platón, que es la base —él y no su maestro— filosófica de Occidente; como sin Heidegger seguiríamos dando tumbos por abstracciones sin sentido, como esa del Materialismo histórico.

Sólo por esa referencia de Heidegger, el mundo podrá comprender un día el pragmatismo de Charles Peirce; que al margen de su semiótica —y gracias al bajo perfil del bucolismo inglés— ha desarrollado el probabilismo aristotélico. Está claro, Heidegger no era probabilista sino idealista hasta el agotamiento y la frustración de su escuela; pero eso es un oficio grave, como el Elegba que cierra toda ceremonia para los negros, guardando la eficacia de su hermenéutica.


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