Defensa de Martin Heidegger
Sólo que —¡oh, paradoja de duros
dedos!— debe recordarse que todo lo que existe exhibe alguna positividad;
porque lo negativo es la condición substractiva que modifica toda existencia, no
alguna forma de consistencia. Así el negativismo alemán, como la figuración
matemática que recrea —es idealista— aludiría en verdad a otra condición; que
distinta de la positiva sería de extrapositividad, propia de ese condicionamiento
de lo positivo, y distinta de esto como los principios que lo rigen en la constricción.
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No es por gusto que donde mejor
aflore esta intuición sea en el arte, con ese escándalo del Sturm Un Drang; que
explica al surrealismo, encaminando esa acusación al de Baden-Wurtemberg, como
prueba en manos de profesor. Pero es precisamente el surrealismo —en tanto arte—
lo que puede plantearse la necesidad de una hiper metafísica; no una filosofía
que ya se dirige a la muerte, perdiendo la lozanía de los diálogos enjundiosos
en la aridez argumentativa.
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El arte no es una actividad
secundaria, sino que está en la base misma y desarrollo de la experiencia de
conocimiento; y en su eficiencia desarrolla las intuiciones extrañas a convencionalismo
hermenéutico de la filosofía, porque puede. De ahí que la cultura popular sea
la que resuelva una comprensión eficiente del valor inmano trascendente de lo
real; la pretensión que superó a la hiper especialización de Hegel, porque le
faltó esa comprensión de la experiencia existencial
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Al postular el Dasein, Heidegger ha
manifestado la insuficiencia de Hegel, y eso no es poco ni irrelevante o
distractivo; es apoteósico en el mismo sentido asombroso que lo es Sócrates, al
concluir la tradición sofística. Sin Sócrates no habría habido Platón, que es
la base —él y no su maestro— filosófica de Occidente; como sin Heidegger
seguiríamos dando tumbos por abstracciones sin sentido, como esa del
Materialismo histórico.
Sólo por esa referencia de
Heidegger, el mundo podrá comprender un día el pragmatismo de Charles Peirce; que
al margen de su semiótica —y gracias al bajo perfil del bucolismo inglés— ha
desarrollado el probabilismo aristotélico. Está claro, Heidegger no era
probabilista sino idealista hasta el agotamiento y la frustración de su
escuela; pero eso es un oficio grave, como el Elegba que cierra toda ceremonia
para los negros, guardando la eficacia de su hermenéutica.
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