Sunday, February 19, 2023

Shameless, por fin otra vez la realidad

De todas las escuelas éticas del mundo han sido, sólo los epicúreos —y en ese entonces— se ocuparon de lo real; todas las demás han insistido en sublimidad de lo irreal, provocando los traumas que también pueblan el mundo. Eso probablemente sea lo que explique la eficacia existencial del arte norteamericano en su carácter popular; no ciertamente el de sus élites intelectuales, siempre a la zaga del trascendentalismo idealista, con el otro trauma de su contradicción.

Ese es el caso de Sin vergüenza (Shameless), en una tradición que se recrea morbosa en lo peor de lo humano; pero en lo que provee un humanismo más eficiente que ese falso positivismo ético, que tanto nos contradice en lo interno. Contra eso se rebeló la irracionalidad del Romanticismo, para terminar en los sermones moralistas del simbolismo; resurgiendo por suerte más tarde, en esta rudeza del escéptico individualismo norteamericano, tan realista.

No es casual sino paradójico, debido a esa contracción del puritanismo burgués y su nuevo elitismo en Inglaterra; que asentado en la responsabilidad individual, deja espacio suficiente a la irresponsabilidad, para que aflore cierto realismo. El morboso horror norteamericano comenzaría en el amaneramiento gótico, contra la idealización renacentista; y ahí alimenta su vocación de realismo, hasta las glorias de Mark Twain y Faulkner, no la hipocresía pretenciosa de Paul Auster.

Es la tradición que alimenta la eficacia del Realismo Mágico en Latinoamérica, que continua en su interior; con una televisión que no se horroriza de lo humano, sino que lo trivializa en su sentido del arte Pop. Antes que Shameless ocurrió el precedente Dexter, y más reciente la inmoralidad perversa de PValley; siempre el otro punto de vista, ahora no ya asesino, pero igual desvergonzado, impúdico, mezquino y lujurioso.

Esta vulgaridad burlona se recrea en los animados, desde los odiados Simpsons a los pasmosos Family Guy; una serie introduce a los jóvenes a la sexualidad, con una magistralidad grosera e igual d eficiente, en Big Mouth. Lo mejor de Shameless es que no pretende nada, es sólo un espejo sin siquiera distorsiones o polvo enturbio; no lo necesita, es la realidad en toda su crudeza depredadora, avisando de nuestra imprevista debilidad.

Con un elenco fresco y lujoso, la serie muestra un Chicago que no desconoce el glamour, pero se sabe pobre; no es un discurso, sus fronteras sociales son porosas —como toda realidad— y alientan el traspaso continuo. Quizás la mejor parte sea esa frescura del elenco, relativamente desconocido a nivel nacional; que por lo mismo explota el talento real más que los grandes nombres, dependiendo de libretos inteligentes.

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