Monday, February 20, 2023

Heberto, dentro del juego

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En algo tiene razón Heberto Padilla en el patetismo de su autocrítica, y es que Fuera del juego no es un libro hecho con experiencia de vida; si es cierto que hizo su libro con lecturas, no con experiencias de la vida, como un filósofo viejísimo y enfermo. Es verdad que ese libro expresa un desencanto, y era artificial en ese ímpetu crítico que se vuelve contra su dueño; en definitiva, de esa doblez está hecha toda la literatura contemporánea, sólo que cuenta con una institucionalidad más benévola que la estulticia revolucionaria cubana.

En algún momento, uno de los escritores arrastrados a la confesión, habla de su libro como de salvación colectiva; porque hasta ese punto ha llegado la soberbia de los escritores postmodernos —hasta el surrealismo es postmoderno—. Ese es el problema, que explica incluso la desconfianza del puritanismo político revolucionario ante la potestad del escritor; que independiente de su mayor o menor autenticidad, se apoya en aquella soberbia de monje iluminado por su propio genio.

Lo cierto es que a todo o largo de su confesión, Padilla deja entrever una sonrisa cínica y teatralidad gestual; su verborrea es rica y colorida, aguda y con giros asombrosos, como el texto literario en que se expresaba normalmente. El discurso de Padilla no es el sobrio discurso de un hombre con miedo, y forzado a violentarse como hereje ante la Inquisición; su gestualidad sigue remedando la del máximo líder, que agita el dedo índice y suda enérgico, como en una puesta de Teatro No.

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La actuación de Padilla no sólo recuerda la omnipresencia del líder, sino que la explica en estos gestos nimios; repetidos por todos sus subalternos, excepto —hasta entonces— Padilla, Arlequín y no Pierrot alrededor de Colombina. El poeta parece así devolver el golpe a sus enemigos vencedores, venciéndolos en una inesperada invulnerabilidad; más patético que él es el coro de los que se apresuran, probablemente con más miedo de él que de los policías que los vigilaban.

Hasta la falsedad de su contrición, por haber traicionado personalmente a Fidel, es burlesca en ese sentido; parece una elaborada trampa, mostrando el personalismo —en aquella época— de la institucionalidad política cubana. Su mismo desdén por la vanidad con que se solazaba en los elogios extranjeros parece una confirmación de estos; su libro había sido premiado por unanimidad, y habría ganado cualquier concurso de los más prestigiosos de Occidente; no ya un concursillo como el de la UNEAC que aún trataba de cimentar su legitimidad, como proyección del pensamiento político.

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En algún momento, Padilla parece guiñar al futuro en la cámara que lo graba, ratificando la pureza de su autocrítica; no sea —dice— que alguien sienta que no es honesta, como si pudiera haber sido honesta, o que alguien creyera eso o le importara. De hecho, Padilla advierte a ese público consternado que como mismo vinieron por él vendrán después por ellos; que es por lo que todos captan el mensaje, y se apuran a sus propios actos de contrición, haciendo más escandalosa la farsa.

El caso Padilla ha cobrado nueva notoriedad, por el estreno de un documental que se centra en él, Pavel Giraud; los cubanos —su pretendida élite intelectual— se han concentrado en el acceso del director a ese material de archivo. El acceso de Giraud a ese material es lógico, con esa extraña lógica de todo en Cuba, donde el bien y el mal son porosos; el material existe, y mil personas distintas han tenido acceso a él, cada uno con intereses propios, que solo Dios sabe cuáles son.

Más allá de la curiosidad que nos pierde em actitudes superficiales y folclóricas, lo importante estaría en esta posibilidad; que es la de ver cosas que —por cualquier motivo— no habíamos podido ver, porque nunca es tarde para comprender el mundo. No parece que eso sea posible, el ser humano —y Cuba como parte del mundo— es especialista en ocasiones perdidas; el caso Padilla perdurará, hasta integrarse para siempre en la mitología fundacional del país, porque su importancia reside en la revelación.


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