De la negritud como objeto de la cultura cubana
El resultado es de contradicciones como esas de la
literatura cubana escrita por negros, que no es negra; y eso sin caer en la
simplificación del colorismo, que como falsa negritud, es en definitiva
mayormente blanco. De hecho, la tipificación de Nicolás Guillén como negro, más
allá del negrismo, participa de este absurdo; partiendo no sólo de la
puntualidad de su creación en este sentido, que la hace anecdótica en el
costumbrismo político.
Guillén fue siempre un magnífico sonetista, con un poder innegable para la descripción en imágenes poderosas; que en ello le concedieron el dominio del ritmo y la musicalidad, pero no distinto de la mejor tradición de Occidente. Es la visita de Langston Hughes a la Habana, en su fascinación intelectualista, la que lo invita al experimento; dando lugar a uno de los cancioneros más preciosos de la literatura cubana, pero más cercano incluso al mistrell sureño que al burlesco nacional.
En esto consistiría exactamente el problema de la poesía
y el arte negros en Cuba, en que su negritud es intelectual; porque es política
y no existencial, y depende de parámetros externos y en ello negativos, no
propios y en ello positivos. Este problema provendría además del defecto
racionalista de Occidente, que hace de la política la fuente de su
hermenéutica; con lo que —desde el Idealismo— se aleja de la praxis existencial
de sus individuos, en la ficción de su proyección política.
Esto es lo que hace un desierto de esa expresión negra a
la cultura cubana, tan blanca como su antropología; que reflejando el interés político
de esta, sólo reconoce al negro como objeto pasivo, no como sujeto activo. No
es que esta expresión no exista de hecho —lo que es imposible—, sino que no es
institucionalmente reconocida; ya que para integrar esa institucionalidad debe
responder a esa función normalizadora suya, diluyendo así su singularidad.
Eso es lo que les hace canalizar su negritud, como propia
de su misma realidad existencial en una cultura; no por defecto —porque la
sociedad te dice que no eres blanco— como los otros, sino positivamente. Por
supuesto, su misma excepcionalidad no niega sino supone una realidad subterránea
de expresión negra; que al no integrar esa estructura no sufre su
normalización, y salva su singularidad en la autenticidad existencial de sus
objetos.
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