Thursday, October 2, 2014

¿Paradoxa?


 A mediados del siglo XX, un científico contaba divertido la anécdota de una creacionista que dudó de su evidencia sobre la redondez de la tierra y su heliocentrismo; la buena señora creía firmemente no sólo en el geocentrismo —en pleno siglo XX— sino incluso que la tierra era sostenida por tres elefantes posados sobre una jocotea, que a su vez era sostenida por un elefante. A la pregunta mordaz del científico acerca de en qué se posaba este último elefante, la señora respondió que obviamente había una serie infinita de elefantes; y por absurdo que nos parezca ese diálogo de burlas, aún hoy hay multitudes que ponen en duda todo lo científicamente demostrable. Más asombroso sin embargo, los científicos de hoy postulan fantasías que ni el más fervoroso creacionista se atrevería a imaginar; como por ejemplo, que el universo entero sea un holograma, que es una de sus especulaciones más fascinantes.

En realidad es poco probable que el universo sea un holograma, puesto que en su condición estrictamente formal no generaría subproductos complejos; como —tensemos la cuerda— sujetos cognitivos capaces de auto reflexionarse en una especulación sobre su propio origen y consistencia material. No obstante, hemos de reconocer que esta duda es tan razonable como atenida sólo a principios; y vista la velocidad con que la ciencia suele contradecirse últimamente, más vale tomarse sus veleidades a pecho y ser relativos en todo. De hecho, ese mismo principio acerca de la inconsistencia de la forma es excesivo al extremo de exigir cierta incredulidad; pues asume entonces que la abstracción del objeto dado entre una substancia y una forma suya es efectiva y no meramente convencional y cognitiva; cuando todo el mundo —incluidos los científicos— sabe que la épica del Ente [ontología] no se diferencia en nada de la de Roldan y Eneas, con la que curiosamente suele coincidir.

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Lo curioso en todo caso es esa misma especulación del universo como holografía, y que supone un origen de la misma que le es así distinto; lo que no sería sino aplicar al universo las mismas normas que se tenían acerca del mundo, cuando aquel mundo de los creacionistas era el universo entonces cognoscible. Difícil no asombrarse de la paradoja que trae así esta especulación, que por más especulativa que sea tiene un origen científico; no porque se base en un hecho sino porque es una posibilidad recurrente que ronda las cabezas afiebradas de los grandes científicos, asustándolos con su enormidad. No es para menos, aceptarlo incluso como especulación es aceptarlo en su equivalencia puntual hasta con las pruebas tomistas (neo-aristotélicas) de la existencia de Dios; que referidas al primer motor inmóvil, tiene hasta la originalidad de acortar la serie infinita de elefantes con la urgencia de la necesidad; pero que ahora se abre en nuevas propuestas, como la de origen necesario de esa naturaleza formal —no importa lo que signifique la forma— en que ocurre el universo como holografía.

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