¿Paradoxa?
A mediados del siglo XX, un científico contaba
divertido la anécdota de una creacionista que dudó de su evidencia sobre la
redondez de la tierra y su heliocentrismo; la buena señora creía firmemente no
sólo en el geocentrismo —en pleno siglo XX— sino incluso que la tierra era
sostenida por tres elefantes posados sobre una jocotea, que a su vez era
sostenida por un elefante. A la pregunta mordaz del científico acerca de en qué
se posaba este último elefante, la señora respondió que obviamente había una
serie infinita de elefantes; y por absurdo que nos parezca ese diálogo de
burlas, aún hoy hay multitudes que ponen en duda todo lo científicamente demostrable.
Más asombroso sin embargo, los científicos de hoy postulan fantasías que ni el
más fervoroso creacionista se atrevería a imaginar; como por ejemplo, que el
universo entero sea un holograma, que es una de sus especulaciones más
fascinantes.
En realidad es poco probable que el universo sea un
holograma, puesto que en su condición estrictamente formal no generaría
subproductos complejos; como —tensemos la cuerda— sujetos cognitivos capaces de
auto reflexionarse en una especulación sobre su propio origen y consistencia
material. No obstante, hemos de reconocer que esta duda es tan razonable como
atenida sólo a principios; y vista la velocidad con que la ciencia suele
contradecirse últimamente, más vale tomarse sus veleidades a pecho y ser
relativos en todo. De hecho, ese mismo principio acerca de la inconsistencia de
la forma es excesivo al extremo de exigir cierta incredulidad; pues asume
entonces que la abstracción del objeto dado entre una substancia y una forma
suya es efectiva y no meramente convencional y cognitiva; cuando todo el mundo
—incluidos los científicos— sabe que la épica del Ente [ontología] no se diferencia
en nada de la de Roldan y Eneas, con la que curiosamente suele coincidir.
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Lo curioso en todo caso es esa misma especulación del
universo como holografía, y que supone un origen de la misma que le es así
distinto; lo que no sería sino aplicar al universo las mismas normas que se
tenían acerca del mundo, cuando aquel mundo de los creacionistas era el
universo entonces cognoscible. Difícil no asombrarse de la paradoja que trae
así esta especulación, que por más especulativa que sea tiene un origen
científico; no porque se base en un hecho sino porque es una posibilidad
recurrente que ronda las cabezas afiebradas de los grandes científicos,
asustándolos con su enormidad. No es para menos, aceptarlo incluso como
especulación es aceptarlo en su equivalencia puntual hasta con las pruebas
tomistas (neo-aristotélicas) de la existencia de Dios; que referidas al primer
motor inmóvil, tiene hasta la originalidad de acortar la serie infinita de
elefantes con la urgencia de la necesidad; pero que ahora se abre en nuevas
propuestas, como la de origen necesario de esa naturaleza formal —no importa lo
que signifique la forma— en que ocurre el universo como holografía.
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